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16, septiembre 2015 - 11:47

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CON una magnífica interpretación de English Dances (Second Set) de Malcolm Arnold, la Orquesta Filarmónica de Londres, bajo la batuta de Alondra de la Parra, ofreció el preámbulo de una noche inolvidable en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes.
En el palco se encontraba presente la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), María Cristina García Cepeda, quien, al igual que el público que abarrotó la noche del lunes 14 el máximo recinto cultural del país, atestiguó la magnitud de uno de los mejores conciertos que se han ofrecido en este espacio en lo que va del año.
A ello habría que destacar el virtuosismo y la calidad de la violinista Jennifer Pike, quien hizo una sensible y muy bien ejecutada versión de “The Lark Ascending” (El ascenso de la alondra) de Ralph Vaughan Williams, título por demás sugerente, ya que bien pudo referirse a la directora mexicana de fama internacional.
Enseguida, “Janitzio”, de Silvestre Revueltas, despertó el fervor patrio de este mes y remitió a lo mejor del espíritu nacionalista. En manos de la orquesta europea cobraría un nuevo aliento esta pieza estrenada en 1933.
El público se entregó sin contemplaciones desde el comienzo del primero de los dos conciertos que en el recinto de mármol ofrecerán la agrupación británica y Alondra de la Parra. El segundo será este jueves 17.
La orquesta de Londres cuenta con una larga tradición y concentra en sí misma todo el poder de su encanto para tocar la sensibilidad de los melómanos más exigentes.
Alondra de la Parra se lució también al dirigir la Sinfonía núm. 8 en sol mayor op. 88 de Antonín Dvorák, cuyos 34 minutos de duración tienen el poder de contener el espíritu de los más sagaces.
Afuera del Palacio de Bellas Artes se colocó una pantalla gigante para que el público que no pudo adquirir entradas apreciara la calidad de Alondra de la Parra y de la orquesta londinense, a pesar de que la lluvia cayó sin cesar, luego del inicio de la obra Saint-Saëns.
La directora mexicana cumplió a cabalidad al frente de una orquesta que ha sido dirigida por figuras de la talla de Bernard Haitink, Georg Solti y Kurt Masur.
Al final del concierto, de más de dos horas de duración, De la Parra tuvo una feliz ocurrencia: ofrecer como encore dos obras que no estaban en el programa de mano y que acrecentaron el nacionalismo mexicano: el Danzón núm. 2 de Arturo Márquez y el infaltable Huapango de José Pablo Moncayo.
Ambas piezas, en manos de la orquesta londinense, cobrarían un significativo valor en el espíritu mexicano; el éxtasis en su máxima expresión.

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