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22, septiembre 2015 - 10:42

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Madrid.- Hace 25 años, un 15 de diciembre de 1990, Alfredo Di Stéfano pisó por última vez el estadio de San Mamés en un partido oficial y probablemente en su vida. Lo hizo como entrenador del Real Madrid, en su segunda etapa en el banquillo blanco y fue una medida de emergencia de Ramón Mendoza para cubrir la destitución de John Benjamin Toshack.

Esa emergencia se alargó hasta la jornada 26 de aquella temporada, la 1990/1991, en la que por primera vez en cinco cursos el Real Madrid de la “Quinta del Buitre” no consiguió la Liga. Fue el inicio de la decadencia de aquella generación, que aún pudo ganar otro par de títulos que el Tenerife se encargó de dárselos al Barcelona.

Di Stéfano cogió al Real Madrid hundido, a cinco puntos del Barcelona cuando se sumaba de dos en dos y después de perder frente al Valencia en Mestalla. Martín Vázquez y Bernd Schuster se habían ido en verano. Además, Ruggeri, que dio consistencia a la defensa en la quinta Liga blanca, se lesionó de gravedad y no jugó en todo el año. Hugo Sánchez, Milla y Gordillo también pasaron muchas jornadas en la enfermería.

Pese a todos esos problemas, Di Stéfano se estrenó con tres victorias consecutivas previas a San Mamés. Betis, Valladolid y Tenerife sucumbieron antes de llevarse su primer golpe después de un inicio prometedor en el cargo.

La “Catedral” del fútbol sería el inicio de la tumba de un equipo que aquel año fue eliminado por el Atlético en octavos de la Copa y por el Spartak de Moscú en cuartos de la Copa de Europa tras ganar 1-3 en el Bernabéu.

Di Stéfano conoció de sobra San Mamés. En su etapa de futbolista pisó el césped del campo del Athletic ocho veces, la última en 1966 con el Espanyol. Como entrenador, se sentó en sus banquillos en siete ocasiones, cinco con el Valencia y dos con el Real Madrid. Y La octava, la última, fue extraña, marcada por unos incidentes desagradables.

Aquel día, el Real Madrid salió al césped con Buyo, Chendo, Hierro, Sanchís, Solana, Míchel, Maqueda, Aragón, Villaroya, Butragueño y Hugo Sánchez. Enfrente, Javier Clemente formó con Iru, Lakabeg, Alkorta, Andrinua, Luis Fernando, Patxi Salinas, Villabona, Ripodas, Loren, Luque y Valverde.

Di Stéfano prescindió de Hagi, a quien pegó un pequeño rapapolvo en la víspera del duelo. “El equipo que alineo es el que creo más conveniente. Aquí, por decreto, no se pone a ningún jugador. Enfadándose, no se gana nada. Peor para él. No es un lujo dejarle en el banquillo. El Madrid tiene una cantera extraordinaria”, afirmó.

El ambiente sin Hagi se tensó aún más antes de que el árbitro Joaquín Ramos Marcos pitara el inicio del partido. Se encargaron de ello varios jóvenes con la cara tapada que quemaron una bandera española y desplegaron una pancarta con las siglas de ETA.

Además, el Sindicato Profesional de la Policía Uniformada envió una carta al presidente del Athletic de Bilbao, José Julián Lertxundi, en la que calificó de “cobardía y falta de respeto” su decisión de impedir que antes del inicio del duelo se guardara un minuto de silencio por los seis policías asesinados en Sabadell.

Al minuto de juego, Ramos Marcos tuvo que interrumpir el partido por el lanzamiento de objetos sobre el área de Buyo. Los jugadores del Athletic pidieron calma y por fin se pudo jugar un encuentro que dominaron los vascos durante casi los noventa minutos. Solo un cabezazo de Hugo Sánchez al palo interrumpió un monólogo que culminó Ernesto Valverde con un golazo en el minuto 78.

Di Stéfano siguió en el cargo. A ese primer tropiezo luego sucedieron unos cuantos más, sobre todo aquel ante el Spartak de Moscú de cuartos de la Copa de Europa. Después de firmar un 0-0 en la ida, el Bernabéu fue testigo del 1-3 que sentenció al Real Madrid. Y, para más inri, el verdugo de la época, el Milán, había dejado el camino de las semifinales libre porque fue eliminado por el Olympique de Marsella.

Fue el mismo Di Stéfano quién pidió su marcha después de perder 1-0 contra el Logroñés en la jornada 26. Su presencia en el banquillo iba a ser testimonial, pero se alargó, se cansó y se marchó: “Yo nunca tuve ambición de ser entrenador del Real Madrid y asumí el cargo solo temporalmente hasta que la directiva encontrase un nuevo entrenador. Tal como vine, me retiro a mi redil”, dijo.

Le sustituyó Radomir Antic, que consiguió 18 de los últimos 22 puntos. El equipo acabó tercero en un curso para olvidar, pese a que ganó la Supercopa de España al Barcelona con un gol de Aragón desde el centro del campo.

Por lo menos, a Di Stéfano le dio tiempo a pisar una vez más San Mamés, un campo ya derruido, sustituido ya por otro más moderno y en el que solo Chendo (delegado del Real Madrid), Butragueño (director de Relaciones Institucionales blanco) e Iru (entrenador de porteros de los “leones”) estarán este miércoles.

Pero también estará Valverde, ahora dueño del banquillo del Athletic y que un día de hace 25 años amargó con su gol a Alfredo Di Stéfano en la última ocasión que visitó “La Catedral”. Después de esa temporada Di Stéfano nunca más volvió a entrenar. Como él dijo, volvió a su redil. EFE