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24, septiembre 2015 - 17:15

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POR HÉCTOR REYES

El  pasado 22 de septiembre, se cumplieron 15 años de la última medalla que un marchista mexicano ganó en Juegos Olímpicos, la del fallecido Noé Hernández Valentín, la figura que luchó por su vida de la misma manera que lo hizo para ganar la medalla de plata en el Estadio Olímpico de Sydney.

Sin embargo, las promesas que le hicieron a su familia no se han cumplido, cinco acuerdos públicos que se quedaron sin una solución, salvo el empleo para Vianey en el INCUFIDE, las cuatro restantes no han tenido respuesta, a pesar de la insistencia y por todos los medios posibles.

“Estoy muy triste,  creo que el señor gobernador no está enterado de esta situación,  he tocado puertas por todos lados, lo aprecio muchísimo y tristemente no cumplieron lo que le prometieron a mis hijas. Hemos pasado una situación muy complicada y ni siquiera nos dieron las becas de las niñas que era algo vital para ellas, como puedo he sacado a las niñas adelante, y no tristemente no me han podido apoyar como lo prometió el señor gobernador”.

Le prometieron empleo – lo tiene en el INCUFIDE-, becas académicas vitalicias para sus dos hijas Dania Itzel y Vianey Aidé, la pensión económica vitalicia y recuperar el departamento intestado que se le entregó como premio por su medalla olímpica en Sydney 2000.

“Nada se hizo de esa cuestión, entonces a mi lo único que de verdad le pido es que cubrirá la parte de la escuela de las niñas y el apoyo que Noé recibía de la beca vitalicia formara parte de las niñas, porque a final de cuentas ya se olvidó lo que dejó Noé, porque ahora, nosotros no tenemos nada”.

Noé Hernández para ganar la medalla olímpica se concentró durante un año en el Centro Ceremonial Otomí, todavía en ese albergue ubicado en el Estado de México están sus utensilios de cocina donde se preparaba la comida. Luego en el cierre de la preparación Pedro Aroche lo llevó a Bolivia, donde los entrenamientos eran de sudor y sangre.

Quizá la expresión de los descendientes guerreros de Chimalhuacán, su perfil aguileño, su fortaleza a toda prueba, capaz de soportar los peores dolores y sacrificios, como lo padeció después del accidente que acabó con su vida.

“Ya tiene un ratito, pero lo recuerdo muy bien. Una emoción padrísima, fue un cambio de vida que nos dio a los dos y se me enchina la piel de acordarme cuando entra al estadio, era una promesa de él hacia mí, me prometió estar en el podio”, recuerda Vianey, el momento cumbre de su esposo, de cómo lo animaron en el circuito, de cuándo entra el estadio y el festejo íntimo, vital, como afirmó: “una sensación preciosa, algo hermoso, la mejor experiencia que me dejo él, la verdad muy bonito”.

A 15 años de distancia se ha perdido mucho el nivel competitivo de la caminata. Muy triste que tantos años y no se ha conseguido una medalla, se quedó plasmada la presea de Noé Hernández y ahora espera que en los próximos Juegos Olímpicos de Río 2016, se pueda recuperar el prestigio que se ganó con un trabajo extremo, aunado al espíritu de superación, de una voluntad inquebrantable que no han mostrado las nuevas generaciones.

“Si eran aguerridos todos, eran un pelear entre varios mexicanos en la lucha por conquistar una medalla olímpica, ahora no se ve tan cercano eso”, reiteró la ex marchista y sobrina del Sargento Pedraza. La película de los 20 kilómetros que reunía a la familia y hacía llorar al inquebrantable Noé Hernández, hoy lo extraña su familia.