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10, octubre 2015 - 20:18

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PASADENA.- El Rose Bowl fue mexicano, el 80 por ciento del inmueble se tiñó de verde, blanco y rojo; mientras que el resto fue de barras y estrellas.
El frío de Columbus quedó como mera anécdota del pasado; el calor y el apoyo hacia México lo respaldó California, uno de los estados de la unión americana con mayor presencia de paisanos, por lo que el Tricolor se sintió como en casa.
De todas partes de la unión americana, pero aún más de San Francisco, Sacramento, San Diego, Los Ángeles, Santa Clara y San José, el inmueble estuvo de principio a fin con México, más allá de los también miles de asistentes estadounidenses.
Así que la música de banda, mariachi, adelitas y chavos del ocho reinaron sobre aquellos disfrazados de Micky Mouse, Capitán América y hasta de raperos, por lo que así se demostró la supremacía en las gradas y en el color previo al duelo, más allá de que los gringos cantaran su “dos a cero” y los mexicanos respondieran con el tradicional “pu….”.
Un Clásico es un Clásico, dentro de la cancha se odia al rival, pero fuera de ella y en las gradas muchas veces traspasa, pero en la mayoría de los que asistieron prefirieron la fiesta, la verbena y carnaval, todo entre la camaradería y buena vibra.
Así el Rose Bowl se tradujo en fiesta antes, durante y después del duelo, la primera edición de la Copa Concacaf fue negocio redondo para la Confederación, acertaron y lo corroboró las casi 92 mil gargantas que abarrotaron el inmueble. México fue el reinante y Estados Unidos simplemente el anfitrión. (Luis García Olivo/ Foto: Jorge Barrera/Enviados especiales)