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19, noviembre 2015 - 12:32

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Madrid.- Deposita sus rodillas sobre el césped, mira al cielo, brazos en alto, reza y se santigua bajo los tres palos de una portería que tratará de defender, normalmente en el fondo sur del césped del estadio Santiago Bernabeu, abstraído aparentemente de la percusión que genera la grada o de la magnitud del partido, aunque sea tan grande como la de este sábado, cuando forme parte, por primera vez, del protagonismo de un clásico.

Hay más de fe que de superstición en cada puesta en escena de Keylor Navas, el hombre que en dos meses ha logrado, con paciencia y, sobre todo con trabajo, convertirse en uno de los indiscutibles del Real Madrid.

Salvador ya en varias ocasiones, el costarricense ha sido capaz de ganarse la confianza del entrenador y sus compañeros, la admiración del rival e incluso el reconocimiento de su propio presidente. Aferrado al sueño de triunfar en el Real Madrid echó por tierra, indirectamente, una transacción prácticamente cerrada. La llegada de David De Gea, anunciada a voces desde el pasado verano.

Desde la discreción, Navas siempre mantuvo el tipo. Padeció como una especie de cuenta atrás, un examen semanal, en sus primeros encuentros en el once de Rafael Benítez. Con el cierre del mercado como tope.

Prefiere Navas no echar la vista atrás ahora que tiene delante la cita deportiva más contemplada por el mundo. No desea Keylor rememorar tiempos pasados. Cuando daba la sensación de estar en el mercado al alcance del mejor postor. Cuando casi nadie parecía capaz de valorar aquél imponente último año en el Levante. O la consideración de los entendidos como uno de los mejores porteros del Mundial de Brasil 2014.

Imbatido en el estadio Santiago Bernabeu, el costarricense omite las sombras de la campaña pasada. Cuando llegó a un club convulsionado y enquistado en el asunto de la portería.

Keylor Navas pasó de puntillas por un curso complicado. Lleno de expectativas al principio y frustrante después. No intervino, sin embargo, ni para una cosa ni para otra.

Quedó relegado a la Copa del Rey, de donde el Real Madrid dimitió pronto. Y para compromisos residuales, irrelevantes. Para resguardar las energías del titular, Iker Casillas.

En apenas diez jornadas el meta de Costa Rica ha recuperado la reputación que por la falta de minutos fue puesta en entredicho. Ha enterrado ciertas sospechas sin justificación para hacerse ahora insustituible.

Hasta el punto de jugar medio lesionado, con molestias, y provocar las horas extras en el cuerpo médico para llegar a tiempo al clásico.

Una sobrecarga en el cuádriceps de su pierna derecha levantó las alarmas. Navas, por primera vez, tuvo que dejar de estar bajo palos en los partidos ante el Las Palmas y contra el Sevilla. Entre ambos, formó parte del once que ganó al Paris Saint Germain en el Bernabeu, y recayó. La dolencia se delató cuando ante el campeón galo pidió a su compañero Sergio Ramos que se ocupara del saque de puerta.

Navas ha estado casi toda la semana al margen de la dirección de Benítez. Sometido al esfuerzo de los fisioterapeutas para poner a tono el músculo. Para no faltar ante el Barcelona.

Será el primer clásico para el costarricense, que en un año vivirá el duelo de forma diferente. Tiempo atrás como comparsa, en el banco. A la espera. Ahora como indiscutible. Como salvador. Como piedra angular del nuevo proyecto. Como sosten de un equipo en el que pocas cosas han llegado a convencer.

Keylor transita por el curso con trece partidos a sus espaldas (nueve en la Liga) y solo tres tantos encajados. Ninguno, todavía, en Europa.

El costarricense mantiene en vilo al Real Madrid. Apura hasta última hora para ponerse a tono y llegar a tiempo a un partido que nadie se quiere perder.

Navas llega al clásico con una vitola similar a la que presumió Claudio Bravo el año pasado. El meta chileno se plantó entonces en el Bernabéu sin haber recibido gol alguno hasta entonces. Salió de allí con tres a sus espaldas.

No ha tenido suerte en este arranque el meta de Buin, en la Región Metropolitana. Designado como el portero de Luis Enrique para la Liga comenzó como titular. No encajó gol alguno en los dos primeros partidos. Pero una lesión en el sóleo de su pierna izquierda durante un entrenamiento con su equipo el pasado 7 de septiembre le apartó de los palos, donde se situó el alemán Marc-André ter Stegen.

Claudio Bravo quedó al margen de otros cuatro partidos de la Liga. De la tercera jornada a la sexta. Recuperó su puesto el 3 de octubre, ante el Sevilla, en el Sánchez Pizjuán, donde su equipo salió derrotado y donde encajó sus dos primeros tantos del curso.

Llega al clásico el chileno con cinco tantos en su cuenta en los siete partidos que ha jugado. Menos brillante que el pasado año, pero igualmente de determinante en momentos decisivos. Bravo sigue fiable. EFE

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