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11, agosto 2014 - 12:55

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POR ERNESTO CASTELLANOS G.

“LA tragedia más grande del boxeo mexicano ocurrió la noche del 11 al 12 de agosto de 1982. En esa ocasión Salvador Sánchez Narváez perdería la vida en un terrible choque automovilístico.
Desde aquel aciago día, hace 32 calendarios, año tras año el boxeo mexicano no lo olvida, y siempre hay un acto conmemorativo, en grande o modesto en el panteón de Santiago Tianguistenco, Estado de México, en donde descansan sus restos mortales.

Al año de su muerte, o cuando se cumplieron diez años, o cuando se cumplieron 20 o 30, el evento conmemorativo ha sido en grande. En los años restantes la familia y los más allegados han asistido a la tumba del que fuera gran estilista. Nunca ha faltado quien lleve unas flores, un rezo, un recuerdo…

SÓLO 23 AÑOS

¿Hasta dónde pudo haber llegado Salvador Sánchez en el boxeo?

Por su clase excepcional, parecía destinado a ser campeón mundial de varias divisiones. Se daba por descontado que invadiría con éxito las categorías de peso ligero junior y ligero. Su grandeza boxística lo colocó entre los más grandes monarcas aztecas, como Julio César Chávez, Rubén Olivares y otros más. Ahí quedará para siempre su triunfo sobre Wilfredo Gómez en Las Vegas, del 21 de agosto de 1981, o el KO a Azumah Nelson en Nueva York en su última pelea, 21 de julio del 82, y tantas noches de gloria más.

Desgraciadamente la muerte sorprendió a Salvador, quien falleció a los 23 años de edad, ante el embrujo de la velocidad.

Salvador se preparaba para defender el campeonato mundial pluma del CMB frente al boricua Juan LaPorte en Nueva York. Por eso estaba concentrado en San José Iturbide, Guanajuato, en el rancho de su apoderado el licenciado Juan José Torres-Landa García. Ahí entrenaba bajo las indicaciones de su manejador Cristóbal Rosas, el entrenador “Patillas” Huerta, y la vigilancia de su médico José Luis Valenzuela. Hoy, ellos tres ya están en el cielo acompañando a Salvador.

UN CAMBIO FATAL

Salvador acostumbraba para quitarse el aburrimiento viajar a Querétaro, ya fuera para ir al cine, o para visitar amigos, o bien visitar un negocio en el que le estaban reparando unas bocinas para su auto. Salvador alteró aquella tarde del 11 de agosto de 1982 una costumbre.

Decidió ese día viajar a Querétaro. Siempre pedía que alguien del equipo lo acompañara manejando el Porsche, pero en esta ocasión quiso ir solo. Eso desconcertó a su equipo, pero aceptaron su decisión, y lo vieron partir. Era la última ocasión en la que lo verían con vida.

Salvador fue a Querétaro, visitó el negocio en donde buscaba sus bocinas para el coche, también estuvo con algunos amigos, y ya entrada la noche emprendió el regreso a San José Iturbide.

Salvador imprimió velocidad al vehículo. En el camino se topó con un camión que lentamente transportaba materiales de construcción. Por la velocidad que llevaba, Salvador quiso cambiar de carril para rebasar, pero desafortunamente se encontró con una camioneta que venía en sentido contrario. Salvador trató de regresar a su carril, la camioneta lo golpeó, y lo proyectó contra el camión, produciéndose un espantoso choque.

El forense reportó que su muerte fue instantánea. Ocurrió alrededor de la 1 de la mañana del 12 de agosto. Se había consumado la tragedia. La noticia de su muerte corrió como reguero de pólvora por México y el mundo. En la concentración de Salvador se enteraron de su deceso cuando prendieron la TV, y las primeras noticias fueron sobre su fallecimiento. Querían que todo fuera una equivocación, fueron a buscarlo a su recámara, pero no estaba. Y nunca regresaría.

México lloró su muerte….