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16, diciembre 2015 - 9:04

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Barcelona.- El Barcelona tiene la oportunidad esta semana de coronar otro año histórico, si es capaz de lograr el mundial de clubes, cuyo primer obstáculo se le presentará mañana en el partido de semifinal frente al campeón asiático, el Guangzhou Evergrande chino, que hace unos días apeó al América mexicano.

Esta es la cuarta ocasión que el Barcelona participa en el Mundial de Clubes, con el formato de semifinales y partidos previos, aunque en 1992 ya jugó con la anterior estructura, de partido único, en lo que se conocía como la Copa Intercontinental, que perdió ante el Sao Paulo (2-1).

Con dos títulos en las tres últimas participaciones del Mundial, el grupo catalán es junto al Corinthians brasileño el equipo que más torneos ha ganado, después de los obtenidos en el 2009 y 2011, contando con un subcampeonato (2006, tras perder contra el Internacional Porto Alegre, 1-0).

Precisamente con la obtención de su primer título en esta competición, en el 2009, el equipo catalán firmó un año extraordinario, sin parangón en su larga historia, con la obtención de seis títulos (Copa, Liga, Liga de Campeones, Supercopas de España y Europa y Mundial de clubes, en Abu Dabi).

En este 2015 la situación es muy parecida, aunque en lugar de los seis títulos del 2009, el objetivo es hacer un repóquer, tras la Liga, Copa, Liga de Campeones y Supercopa de Europa. El Barcelona perdió antes del arranque de Liga en agosto la Supercopa de España contra el Athletic Club, que le privó de poder igualar los registros del 2009.

A pesar de ello, nadie en el Barcelona duda que un repóquer de títulos sería poner el colofón a un año excepcional que nadie podría haber sospechado que pudiese acontecer, después de cómo arrancó hace doce meses, cuando tras la derrota en Anoeta en enero el club catalán parecía abocado a una crisis mayúscula en la que el técnico, Luis Enrique Martínez, transitaba por la picota, así como la junta directiva, que tuvo que avanzar un año las elecciones ante lo que se avecinaba en el entorno.

Aquel episodio de enfrentamiento entre el entrenador y Lionel Messi, por una no alineación en Anoeta después de que el argentino disfrutase de más días de vacaciones navideñas, entre otros asuntos de régimen interno, estuvo a punto de llevarse por delante un año que, después de lo acontecido, podría acabar a las mil maravillas para el barcelonismo.

Las tensiones se recondujeron, a lo que ayudó que Josep Maria Bartomeu avanzase las elecciones, en las que arrasó con una inimaginable mayoría absoluta antes de que el equipo azulgrana firmase un nuevo triplete, de la mano de un Messi inconmensurable y un grupo atacante, junto a Neymar y Suárez, que han puesto en escena uno de los tridentes más temibles del panorama internacional.

En verano, el calendario condicionado por las exigencias de los internacionales, especialmente de aquellos que participaron en la Copa América, y por los compromisos en las giras obligó a un trabajo poco adecuado para preparar el arranque oficial del curso, que el Barcelona sorteó con cierto éxito en la Supercopa de Europa ante el Sevilla, pero que claudicó en la de España, en la que perdió contra el Athletic Club.

Ahora, en el último tramo del 2015, al Barcelona se le vuelve a presentar el desafío de un nuevo título con el que cerrar un año histórico, si cabe aún más tras la consecución del triplete.

Pero, para ello, mañana tendrá que deshacerse en Yokohama (19.30 hora local; 11.30, hora española peninsular) de un invitado inesperado, el Guangzhou Evergrande chino, que doblegó al América, y, si es capaz de superar el obstáculo, esperar en la final al ganador del River Plate de Javier Saviola y del Sanfrecce Hiroshima japonés. EFE