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Mira

12, agosto 2014 - 21:15

┃ ESTO

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Un cúmulo de emociones fue su sinónimo hasta en una mañana nublada.

En el rostro y semblante se notaba, había alegría por emigrar a un sueño, pero añoranza al ser el último entrenamiento en lo que fue su casa desde cuando era un “polluelo”.

Todo pasaba por su cabeza, se veía ido, consternado y con ese nudo en la garganta de dejar atrás las raíces con tal de perseguir los sueños, un día anormal para Raúl Jiménez, pero también especial.

Se sabía, Raúl Jiménez vivió un contrastante día de entrenamientos en el nido de Coapa, en donde sudó la gota gorda, cumplió con cada una de sus instrucciones, corrió, gambeteó, disparó, cabececó e hizo de todo en las canchas que lo vieron nacer desde fuerzas básicas.

Sus compañeros lo sabían, era el último día en contar con sus servicios antes de subirse al avión y volar a Madrid para enrolarse con el Atlético, actual campeón de la Liga española, por lo que lo apapacharon y aconsejaron, con el ideal de que no regrese pronto y triunfe en el viejo continente, tal y como lo llegó a ser con los emplumados.

Los mismos seguidores también lo sabían, por ello aumentaron en sus gritos y porras hacia el flamante refuerzo colchonero, que a lo lejos agradecía el buen gesto, sin embargo, solamente lo “despabilaban” de ese momento en el que la nostalgia lo invadía, pese a las carcajadas entre los demás.

Sin las golondrinas de fondo, pues hubieran dramatizado peor el escenario, Raúl observaba a sus 360 grados sentado bajo una hielera, en donde ponía atención a cada rincón de Coapa, cada pasillo, cada cancha, pues todo le recordaba a sus primeros pasos que hoy solamente verá desde lejos.

Con las horas contadas para marchar, la figura de Ricardo Peláez apareció para darle el mejor de los consejos, la mejor palmada de buena vibra en hoy su nueva aventura colchonera.