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17, diciembre 2015 - 11:08

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LE DECÍAN “GRILLO”, POR PRIETITO
POR JOSÉ LUIS CAMARILLO

JOSÉ Guadalupe Pintor Guzmán se metió al boxeo como muchos otros niños o jovencitos -el propio Mike Tyson lo hizo- para defenderse de otros chamacos abusivos, allá en natal San José de los Cedros, Cuajimalpa.
En su etapa de gloria le llamaban “Indio de Cuajimalpa”.
El hijo de un nevero, al que le heredó el nombre y de quien recuerda que “le ponía unas madrizas” desde que era un pequeño, pronto se convirtió en alguien respetado gracias a la disciplina de los puñetazos.
Desde su infancia le acomodaron el mote de “Grillo”, lo que él explica por su piel prietita.
Fue el famoso “Cuyo” Hernández quien le llamaba indio, de manera afectuosa, y así se le quedó.
Su ingreso al pugilismo le costó un pleito definitivo con su papá –quizá porque dejó de ayudarle a vender nieves- y la salida del hogar que hasta entonces compartió con sus hermanos Martín y Efraín, quienes seguirían sus pasos en el ring.
Luego de una carrera amateur de éxito -llegó a formar parte del preseleccionado olímpico mexicano en el CDOM- ingresó al grupo del mejor mánager mexicano de todos los tiempos, Arturo “Cuyo” Hernández, con quien conquistaría los títulos de peso gallo y supergallo del Consejo Mundial de Boxeo, no sin atravesar por pasajes muy difíciles que incluso lo llevaron a estar “un día si acaso” en la cárcel de Tizápan, al sur de la ciudad de México, por dizque “golpear a la autoridad”.
Eran los días de Lupe como titular gallo del Consejo. En ese tiempo, su vicio por las motocicletas no sólo le causó el agrio de “estar brevemente a la sombra”; también le provocó que se rompiera la mandíbula en un accidente con su “potro de acero”, del que le quedó una ligera desviación de quijada.
No obstante todavía atravesar por una terrible fractura en la mano derecha, capturó la corona supergallo del Consejo al derrotar al ultrafavorito Juan “Kid” Meza en una inolvidable velada en el Palacio de los Deportes en agosto de 1985, gracias a un manejo hasta entonces inusual de su mano izquierda.
Antes de eso, experimentó fracasó al desafiar al boricua Wilfredo Gómez por la misma faja superbantam del WBC y caer por KOT en 14 intensos asaltos, el 3 de diciembre de 1982 en Nueva Orleáns, Louisiana. Wilfredo dejaría el trono cuatro meses después para subir a peso pluma.

TRIUNFO DUDOSO
Su victoria sobre el hasta entonces invicto Carlos Zárate, el 3 de junio de 1979 en Las Vegas, para obtener el título gallo del WBC; fue muy dudosa y controversial; sin embargo, comprobó ser un buen monarca al completar ocho defensas sin derrota que incluyeron dos en Japón y una en Corea del Sur.
Su reinado fue empañado por el luto, ya que su retador galés Jhonny Owen murió casi dos meses después de ser llevado a un hospital de California al quedar inconsciente por el KO en 12 rounds que Lupe le propinó el 19 de septiembre de 1980 en el Olympic Auditorium angelino.
Pintor, quien vio la primera luz el 13 de abril de 1955, se retiró temporalmente tras ceder el fajín supergallo del Consejo el 18 de enero de 1986 en Bangkok, contra el tailandés Samart Payakarun. Esa vez se excedió del peso reglamentario y perdió por KOT en cinco episodios. Hasta la fecha se queja de que la báscula fue manipulada, pero la verdad es que descuidó mucho su peso.
Hizo un retorno desafortunado que comenzó con una victoria sobre Carmelo Gómez en Tijuana, en enero de 1994, pero a continuación tuvo seis derrotas seguidas hasta retirarse en julio de 1995 en Tijuana contra Russell Mosley, que lo noqueó en cinco rounds. Su marca quedó en 56-14, 42 KOs y dos empates.
Actualmente, Pintor es entrenador de boxeo. Ya forjó un campeón del mundo en Adrián “Confesor” Hernández.
Su ingreso al Salón de la Fama del Boxeo Internacional no es más que algo lógico y totalmente merecido. (Foto: Archivo: Fototeca. Hemeroteca y Biblioteca “Mario Vázquez Raña”)