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26, diciembre 2015 - 16:52

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froome

París, 26 Dic (Notimex).- Con un ambiente de fiesta colorida, el centésimo segundo Tour de Francia llegó a su fin el pasado 26 de julio con el ciclista británico Christopher Froome como campeón absoluto, aplaudido y respetado por el temple que mantuvo a lo largo de 21 días de turbulencia.

En una competencia relevante durante 2015, fueron 21 jornadas de batalla, de golpes y retiros dolorosos, de acusaciones y de ataques, pero con un emotivo paseo final como recompensa, en donde sólo las sonrisas fueron admitidas entre los 160 guerreros que sobrevivieron a la ronda gala.

El cielo, con traje de gala azul, blanco y rojo, se encaprichó con una lluvia al inicio de esta etapa de clausura, pero ni eso inquietó la ilusión de los corredores, ansiosos por llegar al destino con el cual soñaron desde el 4 de julio de este año.

“Froomie”, el más asediado por las cámaras, sabía de antemano que sólo 109.5 kilómetros más lo separaban de su segundo encuentro con la copa, aquella que tuvo entre sus brazos en 2013.

Pero también por su mente pasaba el contraste de las sospechas de doping que levantó, reflejados en los estrictos exámenes de sangre y de su bicicleta.

Atrás quedaron las faltas de respeto por parte de los aficionados, la botella con orina, escupitajos y cortes de manga, todo se resumió en una línea de ocho hombres del Sky, entrelazados y que cruzaron la línea juntos, sólo con una ligera nostalgia por la ausencia de Peter Kennaugh, quien no pudo completar la carrera.

Y después de que el “maillot” amarillo pasó de mano en mano en el amanecer de la competencia, la segunda vez que el nacido en Kenia se la enfundó, no la volvió a soltar; un sabor a revancha tras el abandono de la temporada pasada.

“El maillot amarillo tiene una larga historia y yo siempre la he respetado, nunca la he deshonrado y me siento orgulloso de todos y cada uno de los días que lo he llevado”, expresó, subido en la cúspide del podio instalado en los Campos Elíseos.

Consciente de que el título lo tenía bajo el brazo desde el día previo, gracias a que resistió estoico el embate del colombiano Nairo Quintana, el británico sacó un discurso de la manga, literalmente, y con cuidado engarzó las palabras, para no hacer más grande la polémica, pero convencido de abrir el alma y defender su honestidad.

“El camino hasta esta segunda victoria ha sido muy largo y he tenido que ir subiendo escalón a escalón. Es increíble todo lo que ha pasado desde que salimos de Holanda, hay muchos momentos vividos con mi equipo”, enfatizó.

“A veces ha sido estresante, he tenido que luchar con la bici y sin ella”, resaltó quien fuera gregario de lujo para su compatriota Bradley Wiggins.

Como si la gloria no fuera lo suficientemente grande, disfrutó de los reflectores y de la camiseta de los lunares rojos, distinción para el monarca de la montaña, con 119 unidades, un galardón inesperado en la poderosa escuadra del Sky y por ende, muy celebrado.

“Esto es por lo que me despierto todas las mañanas para entrenar, por lo que paso tiempo lejos de mi familia. Soy incapaz de decir si esta victoria es más bonita que la anterior. Ganar el Tour de Francia una vez es algo increíble, significa mucho para mí”, expuso, con los ojos cristalizados, el escalador de 30 años de edad.