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23, enero 2016 - 21:00

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Nota-Beísbol-Diablos

POR ALFREDO VALVERDE VERDEJA

UN grato sabor de boca dejó la recién concluida Liga Invernal Mexicana, donde en su primera temporada pudo albergar a seis equipos, cada uno llenos de jóvenes peloteros que anhelan recibir una oportunidad en el circuito veraniego.
Los campeones Diablos Rojos del México encabezaron este proyecto que fue dado a conocer en una Asamblea de Presidentes el 15 de septiembre, apenas unas horas después que los Tigres de Quintana Roo se alzaran con el campeonato de la LMB.
En un principio se dijo que los Tigres compartirían parque con los Diablos, pero por algunos problemas económicos tuvieron que irse hasta Aguascalientes donde jugaron junto con los Rieleros; la mayoría del roster eran jugadores de los felinos, entre ellos Roberto “Chapo” Vizcarra.
Se decidió jugar en el Bajío, donde hace mucho tiempo existió un circuito invernal. No fue fácil volver a captar la atención del público, tuvieron que volver a empezar y al final lo consiguieron.
Los rosters de cada una de las novenas estaban conformadas con peloteros mexicanos y podían tener como refuerzos a cuatro jugadores nacionales mayores de 28 años.
Por desgracia, una vez más se comprobó que existen equipos que no les importa trabajar con los jóvenes; lo bueno, es que las viejas organizaciones como Diablos y Sultanes continúan desarrollando su talento nacional y no por nada fueron los dos finalistas.

TARDARON EN COMPRENDER
Algunos equipos se olvidaron que era una liga de desarrollo de jóvenes que han estado en las diferentes Academias que hay en el país o de las sucursales de algunos de los 16 clubes que juegan en el verano. Tenían que ganarse la atención de su público, algunos lo logaron haciendo más atractivos los precios, además de hacer promociones e incluso llevaron a sus mascotas. Eso se reflejo en las asistencias a sus estadios.
Ya en la postemporada se vieron repletas las tribunas, apoyando a sus novenas.
En la capital Diablos y Guerreros de Oaxaca trabajaron juntos, Aguascalientes (Rieleros y Tigres), Toros de Moroleón (Tijuana-Veracruz), Cajeteros de Celaya (Puebla-Saltillo), Petroleros de Salamanca (Sultanes-Laguna) y Tuzos de Guanajuato (Yucatán).
Cada equipo tenía tres partidos en casa a lo largo de la semana, porque aprovecharon la cercanía de las plazas para jugar un día en una, para después moverse a la otra y terminar en donde comenzaron. Solamente la novena capitalina no tuvo ese rol.

EL MEJOR EJEMPLO
Diablos tuvo buenas entradas al comienzo, pero después la gente se ausentó, pero su directiva tomó la difícil decisión de bajar más las entradas y jugar en un horario más accesible para los seguidores escarlatas. Esta idea funcionó y en la recta final tomaron la decisión de iniciar sus partidos a las cuatro de la tarde.
No hubo necesidad de cambiar sus horarios en la primera ronda de playoffs al disputarse en fin de semana, pero en la serie final, volvieron a jugar a las siete de la noche y aunque aumentaron un poco el costo de los boletos, la gente les respondió.

UN SOLO EXTRANJERO
Cinco clubes fueron dirigidos por mexicanos, Diablos (José Luis Sandoval y Víctor Bojórquez), Salamanca (Leo Rodríguez y Alfredo Meza), Celaya (Víctor Hugo Monroy), Aguascalientes (“Chapo” Vizcarra), Moroleón (Alonso Téllez), solamente Guanajuato estuvo al mando del venezolano Willie Romero.

ALGO FAMILIAR
Los aficionados pudieron tener un contacto más cercano con los noveles jugadores, que durante el verano se encuentras en alguna sucursal de ligas menores, como sucedió con los Diablos con Carlos Díaz que estuvo con Orioles de Baltimore, el zurdo Javier Rodríguez que pertenece a los Medias Rojas de Boston.
Además sirvió para que los equipos de la Mexicana del Pacífico pudieran cubrir algunos huecos que tenían a causa de las lesiones.

EL FUTURO
Es casi un hecho que este año volverá este circuito, quizá con nuevas plazas y más equipos, pero habrá que esperar a ver como lo toman la gente de pantalón largo.

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