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21, febrero 2016 - 23:23

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nota-toros-hermoso

POR HORACIO SOTO CASTRO

FOTOS: ALEJANDRO VILLA

LOS 35 mil espectadores que asistieron a la última corrida de la temporada 2015-2016 en la plaza México quedaron exhaustos por el luminoso espectáculo que se registró durante toda la tarde y quedaron vacíos por las emociones que abrevaron.

Fue la locura colectiva y al final del festejo los entusiastas aficionados sacaron a hombros a Pablo Hermoso de Mendoza y a Enrique Ponce, mientras Fermín Rivera  era aclamado sin reservas.

Fue el rejoneador navarro Pablo Hermoso de Mendoza el que acaparó todos los honores, pues con su brillante actuación cortó su cuarto rabo en las 16 temporadas en que ha actuado. Su primero fue  al toro Preferido de Garfias, el 5 de febrero de 2000; el segundo fue a Santorín, de Montecristo, el 29 de enero de 2006, y el tercero fue Conin, de Los Encinos, el 2 de febrero del 2009.

Ahora el cuarto fue al toro 54, Tejocote, con 504 kilos de la ganadería de Los Encinos,  luego de un faenón que culminó con un rejonazo que hizo rodar sin puntilla al toro, que por su bravura, buen estilo y pronto al embestir mereció los honores de arrastre lento.

Además, fue el rabo 131 que se otorga en la Plaza México desde su inauguración.

El maestro de Chica, Valencia, Enrique Ponce, dio una verdadera cátedra de bien torear a los tres astados que lidió, uno por “El Payo”, y cortó una oreja, un premio bastante tacaño, que de ninguna forma refleja lo que hizo el valenciano en el ruedo, y en su segundo lo obligaron a dar la vuelta al no concederse los trofeos que se solicitaban.

Y el joven matador potosino Fermín Rivera había sido el primer triunfador al cortar una oreja en su primer toro.

Y lamentablemente el queretano Octavio García “El Payo” no pudo salir a matar a su segundo toro al presentársele una severa gastroenteritis intestinal que le provocó vómito.

En realidad los trofeos que se otorgaron no reflejan lo que los matadores realizaron dentro del ruedo. Fue algo portentoso lo que realizaron los matadores, que difícilmente se volverá a ver en el embudo de Insurgentes.

HERMOSO DE MENDOZA

Pablo Hermoso de Mendoza se enfrentó a los toros Zapote y Tejocote de Los Encinos, con lo que puso a flotar a los aficionados montando a sus finos corceles, realizando todo su repertorio con el que revolucionó el toreo a la jineta y lo colocó como la máxima figura del arte de Marialba.

Con los dos toros hizo vibrar a los aficionados al clavar rejones de castigo, banderillas a una y dos manos, banderillas cortas, pero lo que cuenta es la disposición  de Pablo y la forma increíble de templar la embestida de esos toros haciendo piruetas, templando de costado, en redondo en el centro del ruedo la llamada “hermosina”, que se hace el cambio de una anca a otra llevando pegado al toro a sus cabalgaduras. Fue una gran exhibición de lo que es un caballero en plaza y el dominio que hay frente a los toros cabalgando extraordinariamente.

A su primero lo mató de un rejonazo defectuoso y al segundo de un rejonazo perfecto. Para las dos orejas y el rabo y salida a hombros junto a Enrique Ponce.

ENRIQUE PONCE

No hay comparación lo que hacía el diestro de Chiva hace algunas temporadas estando en la cúspide de la torería de aquí y de allá. Antes era un toreo fresco, con temple, juventud, arte y que caminaba con prestancia y elegancia y se posesionaba de los aficionados y cortaba los trofeos a granel. Ahora hace ese toreo con madurez, reposo y un arte exquisito, que hace que se quede en la óptica de los que presencian ese toreo. Sus muletazos son más delineados. En fin, Enrique Ponce sacó a relucir su muestrario de suertes, lances y pases y dejó sin aliento a los que lo vieron. En su primero estuvo mal a la hora de matar y alargó la faena y hasta un aviso escuchó. En su segundo hizo una faena con toda clase de pases con prestancia, elegancia y personalidad entre el contento general. Y cuando realizó el pase de su creación, la “poncina”, la plaza se desmoronaba. Desafortunadamente  no estuvo certero con la espada, pero lo que había hecho no se tapaba con el silencio o los trofeos de los que hubo petición. Salió al tercio y lo obligaron a dar la vuelta al ruedo entre gritos de “torero… torero…”  y en el centro del ruedo una cerrada ovación. Lento al toro. Cerró su actuación con el toro que mató por Octavio García “El Payo” y ofreció un recital de naturales de alta escuela y nuevamente con la “Poncina”  puso en éxtasis a los aficionados. Una oreja a regañadientes le dieron, pero los gritos de torero y la salida a hombros apenas y cubren lo que hizo.

FERMÍN  RIVERA

El diestro potosino Fermín Rivera se les había ido por delante a las figuras del toreo cortando la primera oreja de la tarde al toro Tío Prieto con el que pudo reafirmar su toreo clásico, elegante, vertical y de inteligencia. Primero en verónicas y después en quite por gaoneras que resultaron excelsas echándose gallardamente el capote a la espalda. Y se dio a torear por ambos lados entre los olés de los concurrentes. Mato de estocada  y le otorgaron una oreja. Su segundo fue complicado, pero él estuvo valiente, torero y tesonero. Pinchazo, estocada y descabello y se retiró entre palmas.

“EL PAYO”

Octavio García “El Payo” seguramente, como se dice coloquialmente, hizo de tripas corazón y salio a la plaza México para no perder la oportunidad de este último festejo en la México. Estuvo valiente, toreando con sabor y girando únicamente. Finalizó su trasteo con la “dosantina” y ayudados y se le presentó el malestar estomacal. Únicamente dejo media y se fue a la enfermería, de la que ya no salió.