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13, marzo 2016 - 23:05

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ZAPOPAN.- La pasión se desbordó una vez más, el Clásico Nacional provocó que la perla tapatía se paralizara por un instante, hasta los seguidores de Atlas y Leones Negros estuvieron atentos a lo que sucedió en la casa del Rebaño.

Miles de playeras rojiblancas y azulcremas se dieron cita en el lugar desde tres o cuatro horas antes del arranque del juego, nadie quiso perderse el gran evento, los filtros de seguridad fueron ágiles.

La convivencia se dio entre ambas aficiones, juntos comieron carne asada y bailaron música de banda, los colores no fueron pretexto.

Público de todas partes del país asistió al antes llamado Omnilife, incluso extranjeros, estadounidenses, japoneses y hasta alemanes acudieron al corral rojiblanco, divididos también, rojiblancos y amarillos.

Aficionados de Ciudad Victoria, Distrito Federal, Sonora, Tijuana y Monterrey presenciaron el juego, el largo viaje no importó.

Las mujeres tapatías le dieron el toque sensual a la tarde, ojos hermosos y cuerpos de locura se observaron en el lugar.

Las máscaras, trompetas, mantas, tambores y bufandas tampoco faltaron, una fiesta se vivió en toda la explanada.

Ya en el interior del estadio la guerra de cánticos comenzó, el color rojiblanco fue mayoría pero el tono amarillo no se quedó atrás.

Ambas aficiones apoyaron a los suyos, América festejó dos veces, Chivas solo una, la tensión estuvo todo el tiempo. Nadie se fue hasta que se diluyeron los ocho minutos que compensó el árbitro.

Así llegó a su fin otro Clásico de Clásicos, el Rebaño cayó pero lo hizo con la cara en alto, América tomó vuelo y su gente lo festejó. (Javier Juárez/Fotos: Jorge Barrera/Enviados especiales).