Associated Press

Se fueron los malos recuerdos del Mundial. Lionel Messi regresó a su tradicional forma ganadora.

Ni siquiera la aparición de un gato negro -un signo de mala suerte en la cultura española- que se cruzó en su camino, pudo evitar que Messi enviara el mensaje de que el cuatro veces ganador del título al mejor jugador del mundo está listo para competir con el triunfador de ese duelo en 2013, Cristiano Ronaldo.

Para Luis Enrique, nuevo técnico del Barcelona, lo importante será asegurarse de que Messi siga en buena forma y con el hambre que mostró en los dos goles que anotó en el primer partido del Barcelona, contra el Elche. Luis Enrique tal vez necesite atemperar el deseo de Messi por jugar todos los minutos de cada partido para que no lo pierda a causa de una lesión al fin de una campaña cuando se disputa una serie de títulos.

Luego de su primera campaña sin títulos en seis años, y una derrota ante Alemania en la final del Mundial, todos los integrantes del segundo club con mayores ingresos en Europa detrás del Real Madrid están listos para un nuevo inicio. Por eso no es extraño que muchos en el Camp Nou se pusieran nerviosos cuando un gato negro caminó junto a los jugadores.

Pero el desempeño de Messi en la victoria por 3-0 del Barcelona hizo que las supersticiones se desecharan. Los goles fueron ejemplo de las mejores cualidades de Messi, una mezcla de equilibrio, decisiones y reflejos rápidos, además de cambios de ritmo para abrir espacios en la defensa del Elche antes de colocar tiros imparables en los ángulos con el delicado toque de su botín.

Todavía más esperanzador fue el dinamismo que mostró y que pareció desaparecer tras la salida del anterior técnico, Pep Guardiola, quien contribuyó a desarrollar el increíble potencial de Messi.

A los 28 minutos, Messi corrió a presionar a un jugador del Elche que llevaba la pelota y lo derribó con una dura barrida. A la afición local no le había importado que lo amonestaran porque el esfuerzo de Messi, como siempre, fue contagioso. Pese a que en la segunda parte jugó con 10 hombres por la expulsión de Javier Mascherano, el equipo no perdió el paso.

Si la decepción del Mundial sigue incomodando a Messi, eso no se notó. Lució alegre, con decisión, hasta feliz, nada que ver con el semblante sombrío que se le vio tras la derrota por 1-0 contra Alemania en la final y que ni siquiera pudo ser matizada por recibir el premio al mejor jugador del torneo.

En Brasil, tras cautivar en la primera ronda, Messi en ocasiones pareció menos incisivo. Pero las instrucciones de Luis Enrique, quien durante su etapa como jugador del Barcelona se distinguió por su firmeza, en su primer partido de la liga, parecen haber reavivado el fuego de Messi.

Las dos campañas pasadas Messi se concretaba a esperar que la pelota llegara a donde él estaba. En algunos juegos de Argentina en el Mundial hizo lo mismo. Esto pese a que Guardiola dijo alguna vez que la clava para tener éxito alineando a Messi era asegurarse de que corriera tanto como fuera posible.

Messi también está obligado a cuidarse la espalda. La contratación de Luis Suárez y Neymar ha dado al Barcelona dos atacantes que pueden desafiarlo si adopta un papel complaciente. Pero Neymar está lesionado y Suárez suspendido, por lo que ninguno jugó el domingo, así que Messi aprovechó para recordar a todos que él sigue siendo la estrella del equipo.

Messi debe competir con él mismo. Tras lograr temporadas de 73 goles en 2011-12 y 60 en 2012-13, el año pasado “sólo” encontró la red en 41 ocasiones.

El doblete de Messi el domingo lo puso en camino de alcanzar una nueva marca de anotaciones. A los 27 años, está a seis goles de empatar al histórico jugador del Athletic de Bilbao, Telmo Zarra, como el máximo anotador de la liga española con 251 tantos.

No obstante, Messi será juzgado por lo que ocurra en toda la campaña. Podrá consolidar su sitio como uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos o estará en riesgo de que se diga que está en declive.