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31, marzo 2016 - 19:15

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POR GUILLERMO MARTÍNEZ G.

FOTO: ERIK ESTREKA

FUERON casi nueve años sin descanso. Sin navidades, año nuevo o cumpleaños. El anhelo era grande; ascender al Olimpo.

El marchista Joel Sánchez lo consiguió en Sydney 2000, al colgarse la medalla de bronce en los 50 kilómetros.

Su logró se debió a que los 365 días del año entrenaba desde las seis de la mañana.

.No era una manda, sino la pasión por el atletismo, que le inculcó su hermano Víctor (qepd).

Su infancia no fue de canicas, futbol, valeros o burro entamalado, sino de marchar, de copiarle a quienes ya habían obtenido una medalla en campeonatos mundiales y olímpicos como Carlos Mercenario, Ernesto Canto, José Luis Rodríguez, entre otros.

Esa era su rutina de todos los días, buscar emular a los “poderosos de la caminata”.

“Era una lucha de querer ser mejor que ellos. Cada día me preguntaba que si ellos pudieron, yo porqué no. Entonces llegaba a la pista con una energía bárbara. Además de que como éramos humildes, buscábamos superar a quienes ya eran consagrados para que nos tomaran en cuenta”.

Desde los 14 años comenzó su trajinar más fuerte en la marcha.

Al principio era un juego seguir a sus hermanos “éramos 9 y todavía me pregunto cómo hicieron para mandarnos a cinco al COM, siendo que mi padre era obrero”, después fue una disciplina que le mostró los valores del deporte.

“La gente decía que era una disciplina fácil, pero cuando estás dentro te das cuenta de que si no sigues ciertas reglas, todo tu esfuerzo se queda truncado. Las rutinas eran desde las seis de la mañana, pero a veces regresábamos en la tarde a seguirle. Pero fue cuando debuté en el Centroamericano juvenil de Puerto Rico, que me clave más. Además por el viaje”.

Así fue ganando medallas panamericanas en los 20 kilómetros.

“Hasta que por decisión de las autoridades deportivas me pasaron a los 50. Antes caí en una depresión porque me retiraron los apoyos. Decían que no llegaría a más. También sufrí de una lesión, por lo que pensaban que ya terminaba mi carrera deportiva, y me perdí los Juegos de Atlanta 96”.

Pero el orgullo lo sacó a flote gracias al entrenador Juan Hernández.

“No podía dejar de entrenar nada más porque sí. Sí ya estaba en esto, decía acabar dignamente con una medalla olímpica. Así me lo fui formulando. Sabía que la fortuna podría un día estar de mi lado, ya que la había buscado durante más de ocho años”.

Entonces logró el oro en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 99, y supo que estaba a nada de alcanzar la gloria olímpica.

“La tercera era la vencida y debía entrar con todo. También debía cuidarme de los jueces. Así que en Sydney la mentalidad era ganar. Al final logré el bronce el 29 de septiembre con un tiempo de 3:44’36’’. En ese mes cumplo años. Así que fue una manera de festejar una fecha que desde hacía tiempo no me acordaba porque no nuestro era solamente entrenar”.

Joel Sánchez dijo que si regresaba el tiempo tal vez se dedicaría al tenis, “no me gusta pero deja más dinero”, y la marcha actual la vez con esperanzas.

“Sólo falta actitud de los jóvenes. Trabajar más en conjunto como nosotros lo hacíamos y ser ambiciosos. No presumir nada hasta lograr la máxima presea olímpica”.