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29, agosto 2014 - 10:38

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POR ALFREDO VALVERDE VERDEJA

TODAVÍA con gotas de sudor en su cara, producto de realizar algunos lanzamientos a los jóvenes bateadores de los Diablos Rojos durante la práctica de bateo, el zurdo ex ligamayorista Isidro “Sid” Monge nos dedicó algunos minutos para hablar en exclusiva para ESTO, el Diario de los Deportistas.

En su primer año con la organización escarlata como coach de pitcheo, se mostró muy sorprendido por la calidad de los jóvenes lanzadores que hay en el equipo.

“Ojalá mi llegada a los Diablos se hubiera dado muchos años antes, estoy muy contento. Tremenda organización, es un honor estar aquí, quisiera hacerme más joven para seguir dándole duro al beisbol”.

Su misión parece sencilla: enseñar a los muchachos muchas cosas, es una generación nueva y es una responsabilidad muy fuerte, pero también hay gente con experiencia que ha aprendido cosas nuevas.

“Quiero brindar muchas experiencias a través de estos años en el beisbol, nos ha llevado a muchos lugares del mundo, Canadá, Estados Unidos, México, Centroamérica y hasta Japón. Solamente que no nos pida San Pedro y ya, con eso tenemos”.

Su filosofía con los escarlatas llama la atención: “Yo soy un papá regañón que quiere que los jóvenes, además de pitchers completos, también sean seres humanos completos y que sean unos grandes padres de familia y que recuerden que también serán profesores”.

ESTUCHE DE MONERÍAS

Y vaya que “Sid” puede presumir que no sólo llegó a la gran carpa, sino que se estableció a lo largo de 10 temporadas, vistiendo las franelas de los Serafines de California (hoy Angelinos Los Ángeles), Indios de Cleveland, Filis de Filadelfia, Padres de San Diego y Tigres de Detroit, donde vio acción en 435 encuentros, acumulando 56 salvamentos con marca de 49-40.

En el 2015 estará cumpliendo cuarenta años de haber llegado a Grandes Ligas, y “Sid” recuerda todo como si fuera hace unos días.
“Hay muchos recuerdos, el debut y hasta el primer lanzamiento que le hice a un bateador zurdo de Kansas City el 12 de septiembre. Reporté el 5 de septiembre de 1975 en Chicago y a la semana debuté, y es algo que tengo muy vivo en mi memoria.

No solo logró quedarse el resto de la campaña con los Serafines de California, sino que fueron 10 años que pudo mantenerse en el mejor beisbol del Mundo y en esa época eran contados los peloteros mexicanos, la era de la “Fernandomanía” estaba muy cerca.

“Haberme quedado los 10 años, continuidad, sin haber estado nunca en la lista de incapacitados. El haber conocido a grandes figuras activas y otras como managers, es para mí una cosa muy sagrada que me ha servido para mantener joven por lo menos mí espíritu, lo tengo de 18 años, peleador y tengo el gusto de no solamente haberlo jugado, sino que lo puedo enseñar a muchachos con grandes cualidades que bien podrían superar mis números”.

Su presentación fue en gira, pero en cuando volvieron a Anaheim, pidió 50 boletos para que toda su familia lo viera enfundado en la camisola de los Serafines, “el más orgulloso fue mi padre. Le pude hablar el día que me informaron que me ascendieron al equipo. Estaba en una nube y gracias a Dios no nos caímos de ella”.

SU CARRERA

Su llegada a la gran carpa se dio en gran parte a que su familia emigró a la Unión Americana, a un poblado de California. “No fue nada fácil, porque en aquellos días no habían tantos coaches de bateo ni pitcheo, ni tampoco trainners como los hay ahora, tan solo estaba el manager y el masajista. Todo esto cambió por desgracia cuando mi carrera finalizó”.

Los equipos empezaron a desarrollar un concepto de tener especialistas, para ayudar a los prospectos y el proceso les dio resultado, ahora se tarda menos un jugador en desarrollarse, aunque los que más demoran son los que se firman de 16, 17 años.

“Me desarrolle en Estados Unidos, sí llegué a jugar en México, pero fue en la Costa del Pacífico, y me ayudó mucho. Fui parte de los Indios de Cleveland que jugaron ante los Diablos Rojos y Tigres en el Parque del Seguro Social en 1978”.

En la Mexicana del Pacífico jugó a los 21 años, y vistió la franela de Tomateros de Culiacán, cuando estaba en Clase AA. Curiosamente fue un buscador cubano José Camacho, quien lo descubrió. “Él pensó que yo era americano por mi nombre, ‘Sid’, que es Isidro, me preguntó si quería jugar en México durante el invierno con los Tomateros y con gusto acepté”.

Su arribo al país del norte se dio en 1963, cuando su familia emigró a Los Ángeles, California, ahí comenzó a cursar el cuarto año de primaria y se siguió hasta la universidad.

No quiso entrar en detalles de lo complicado que fue para él vivir y ganarse la oportunidad de jugar en sucursales. “Era muy difícil”. Su paso en las sucursales fue de 5 años y medio, donde comenzó en la Liga de Novatos y terminó en Triple A.