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15, mayo 2016 - 10:38

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chivasamerica7

POR EUGENIO DÍAZ

Uno de los principios que más recuerdo de mis tardes de maestría en De MontfortUniversity en Leicester, Inglaterra, es aquel que dice: “Si el futbol es un entretenimiento, luego entonces debe ser negocio”.  “Debido a la incertidumbre en el desempeño del equipo, y por lo tanto, del resultado final, la administración y operación de un equipo debe ser de excelencia”.

Desde hace muchos años, la televisión, que paga sumas fuertes de dinero por los derechos de transmisión de los equipos y selecciones en todo el mundo, suelen poner ciertas condiciones a sus socios comerciales, de tal forma, que el modelo de negocio esté garantizado. En este sentido, el rating de los juegos juega un papel muy importante. A mayor rating, es decir, audiencia, mayores ingresos.

En los últimos tiempos, el futbol para la televisión, de pasar de manejar un coche en automático, paso a uno de velocidades, pero de los años 50.

Lo que se daba por descontado, es decir, márgenes de rating considerados como normales, como aceptables, pasaron a número considerados como malos. Si bien es cierto este fenómeno se dio más en la TV abierta y de manera general (no sólo deportes), a nosotros nos compete hablar de futbol, de deporte.

En diferentes momentos, los ingresos comerciales por luchas y box, han equilibrado los estados financieros en el área de deportes. El futbol, dejó de ser la gallina de los huevos de oro, salvedad de la selección nacional, un producto, aún muy rentable.

Por lo antes comentado, las televisoras, dueñas de los derechos de transmisión de los equipos (no incluyo tv de paga, cuyo esquema de negocio es diferente), están buscando una solución. La opción más viable es la de cambiar los partidos de día y hora, tomando como referencia su experiencia en programación y estudios específicos de mercado. Hasta ahora, tristemente, no he hablado de lo que los propios clubes quieren, necesitan y opinan.

Para el próximo torneo ya se habla de que varios equipos cambiaran de día y hora de juego. Los tenedores de los derechos, la TV abierta, se reserva el derecho a tales cambios.

Habrá quien piense que los cambios también son necesarios para que los clubes tengan más gente en las tribunas. Los datos más recientes, contradicen tal perspectiva, ya que en casi todas las plazas, los índices indican una mejoría, llegando a los 5 millones de boletos vendidos.

Otra manera de que la telera le dé la vuelta al negocio, ha sido la creación de conceptos, como el “viernes botanero”. Una cartelera que consta de dos partidos, algo así como aquellas tardes de cine en casa, de permanencia voluntaria; o el partido especial, el partido de la semana, el súper sábado o súper domingo, conceptos muy desarrollados en el deporte norteamericano.

También resulta habitual, poner el futbol después de una película de Cantinflas, concursos o El Chavo del Ocho, y si de plano el partido que se tiene no garantiza nada más allá de la estrategia, pues está la opción de venderlo a la TV de paga y ya está.

Pero mucho cuidado con las decisiones que las televisoras abiertas. Con el sustento de la problemática mencionada, las transmisiones se han convertido en un laboratorio de ideas absurdas que dañan la imagen, es decir, la pantalla misma y la imagen del futbol.

Absurdos como encuadrar-reducir la pantalla, para a doble caja poner a una mujer exuberante, lo único que logra, de cara a la audiencia, es molestia. No olvidar que quien enciende la TV para ver un juego, espera ver un juego, más allá del nivel del espectáculo.

Para colmo y debido a que los números no cuadran, algunos buscan ahorrar en conceptos como el viaje de los comentaristas a las plazas; total, dirá más de uno, es lo mismo narrar y analizar frente a un monitor que en el estadio; lo importante es la imagen.

El producto tiene que mejorar, y para ello, son los propios equipos los que tienen que implementar los cambios necesarios. En otras palabras, el cambio debe darse desde adentro.

El descenso en los ratings también le pega a los equipos, ya que las marcas comerciales que los patrocinan, buscan un regreso de su inversión a través, entre otras cosas, de la exposición de su marca en TV (más rating, más impactos).

Igualmente, las empresas televisivas tienen que entender que si les interesa invertir en el futbol, tendrían que entenderlo y respetarlo más, o de plano dejar que otras empresas competidoras le entren al quite.

La competencia por la audiencia se volvió feroz, debido a la gran cantidad de oferta, de cientos de juegos de todo el mundo y de otras actividades, otros contenidos que le pelean palmo a palmo la audiencia al futbol mexicano. Encima, las nuevas generaciones viven más pegadas al celular, tableta y laptop que a  la TV. Quedan algunos nichos importantes para la TV y el futbol, ese matrimonio tan importante, que en México está tomando un camino peligroso. Ahí están los clásicos estatales y nacionales, la Selección Nacional y párenle.

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