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16, mayo 2016 - 23:45

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MADRID, Esp.- (EFE) Los novilleros americanos Luis David Adame, que sufrió dos cornadas graves, y Juan de Castilla, que hubo de matar cuatro de los desabridos mansos de El Montecillo, cortaron sendas orejas de mucho peso específico en el accidentado festejo de la feria de San Isidro.

Seis novillos de El Montecillo, de sobrada presencia -alguno con cuajo de toro- aunque sin gran aparato en las cabezas. En conjunto compusieron una mansada dura y desabrida, defendiéndose casi todos con genio violento y, por momentos, con reacciones extrañas.

Filiberto, de salmón y oro, silencio tras dos avisos en el único que mató. Juan de Castilla, de blanco y oro, gran ovación y silencio; vuelta al ruedo tras petición y aviso y oreja.

Luis David Adame, de celeste y oro: pinchazo y estocada caída oreja, en el único que mató.

Undécimo festejo de abono de la feria de San Isidro. Tres cuartos de entrada en tarde de viento racheado.

 

PARTE MÉDICO

Adame fue intervenido de dos cornadas graves: una en la cara anterior de la pierna izquierda de 30 centímetros, “que produce destrozos en el músculo tibial anterior alcanzando el borde anterior de la meseta tibial externa”; y otra en la cara externa de la misma pierna, que produce “destrozos en músculos peroneos y alcanza la cabeza del peroné, contusionando el nervio ciático poplíteo externo”.

 

UNA DURÍSIMA PRUEBA

La dura y seria mansada de El Montecillo descubrió hoy a tres héroes en Madrid. Tres jóvenes novilleros que demostraron, dentro de los márgenes que el infortunio le dejó a cada uno, que, como se dice en el mundo del toro, quieren de verdad ser toreros.

Este derroche de valor de la terna ante unos utreros con cuajo y trapío de toros y con un violento genio de mansos, cuando no unas reacciones insospechadas, será uno de los grandes hitos a destacar en el balance final de la feria.

La otra sudada y valiosa oreja de la dura tarde fue para el mexicano Luis David Adame, que, desde la larga a portagayola con que recibió al tercero hasta la fulminante estocada con que lo mató, hizo un alarde de entrega al toreo de calidad.

Un armonioso galleo por tapatías y un gran quite por toreadas y lentas chicuelinas, que replicó el colombiano por gaoneras de compás abierto, fueron el prólogo de una asentada y pausada faena que, contó, justo en su ecuador, con el sobresalto de una doble cornada.

Se negaba ya el novillo a seguir la tela y fue así como prendió a Adame, infiriéndole dos heridas graves que no le arredraron, pues siguió el mexicano toreando con un torniquete en el muslo y aún paseó así antes de entrar en la enfermería la oreja cortada por un despliegue de valor y torería auténticos.