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1, junio 2016 - 21:13

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MADRID, Esp.- (EFE) Los diestros José María Manzanares y Alberto López Simón abrieron la Puerta Grande de Las Ventas en la tradicional Corrida de Beneficencia, dos triunfos, sin embargo, de distinto valor tanto por los méritos contraídos por ambos espadas como por la rotundidad y emoción de cada faena.

Cuatro toros de Victoriano del Río y dos -segundo y sexto- de Toros de Cortés, bien presentados y en general dejándose mucho; sobre todo el extraordinario quinto, ovacionado en el arrastre.

Sebastián Castella, silencio tras aviso y palmas tras aviso. José María Manzanares, silencio y dos orejas. Alberto López Simón, dos orejas protestadas y ovación.

Incidencias: El rey Juan Carlos I presidió la corrida desde el Palco Real, acompañado por su hija, la infanta Elena, sus nietos Felipe Juan Froilán y Victoria Federica de Marichalar y Borbón, además de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y el consejero de Presidencia, Justicia y Portavoz del mismo gobierno autonómico, Ángel Garrido. La plaza registró lleno de “no hay billetes” en tarde primaveral.

 

BENDITA Y MARAVILLOSA LOCURA

Una tarde que se recordará por mucho tiempo, y no por la doble Puerta Grande que abrieron respectivamente José María Manzanares y Alberto López Simón, sino por el cómputo de sensaciones y emociones que se vivieron. Del sopor inicial se pasó a la polémica para acabar en un clímax de toreo excelso y celestial.

También la corrida de Victoriano del Río, que sólo lidió ésta, la de la Beneficencia, en todo este mes de toros en la capital, contribuyó, y mucho, a esta bendita y maravillosa locura, que, para bien o para mal, hoy prendió y cautivó Madrid.

Y es que hacía mucha falta una tarde así, de las que la gente sale de la plaza pegando pases y con ganas de contárselo al mundo, aunque luego haya que ser consecuentes para relatar objetivamente los verdaderos méritos de las dos faenas, premiadas ambas con las dos orejas.

Porque hubo una que sí se mereció la gloria, la de José María Manzanares al extraordinario quinto, una labor soberbia, plena de inspiración, duende y torería, muy templada y profunda, maciza y rotunda de principio a fin, y de bellísimo y elegante argumento artístico.

Lo de López Simón, en cambio, no fue tanto. Una faena de una oreja que por obra y gracia del presidente se convirtió en dos. Los “duros” del sol echaban humo, no como en la víspera, aunque, en esta ocasión, no les faltó razón.

Sebastián Castella cerró su maratoniano San Isidro con otra decepcionante actuación, y eso que tuvo dos toros otra vez para estar mucho mejor de lo que estuvo. (Foto: AFP)

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