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4, junio 2016 - 17:17

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Comentaristas en Estados Unidos que rinden tributo al boxeador afroamericano Muhammad Ali, fallecido la víspera, coincidieron en que no sólo fue uno de los grandes atletas de todos los tiempos sino una figura central del siglo XX.

Ali fue no sólo capaz de redefinir el deporte en el que brilló como nadie en la historia, sino que adoptó posturas políticas desafiantes para cuestionar tanto el trato que se les daba a los afroamericanos en Estados Unidos como la intervención militar de este país en Vietnam.

Debido a sus proezas atléticas y sus posturas políticas y sociales, Ali fue durante casi medio siglo probablemente la persona más famosa en el mundo, concitando la admiración de líderes tan inconexos como el Dalai Lama, el Papa Juan Pablo II, Fidel Castro, Nelson Mandela y Martin Luther King.

Ali “fue la más fantástica figura estadunidense de su era, un personaje que se forjó a sí mismo con tanto ingenio físico, desafío político, fama mundial y originalidad pura que ningún novelista que se pueda nombrar pudo haberse atrevido a concebirlo”, escribió David Remnick, editor de The New Yorker.

En un artículo difundido este sábado, Remnick, autor de un libro sobre Ali, expresó que tras superar una dura infancia en la segregada comunidad de Louisville, en Kentucky, el boxeador no sólo se convirtió en un campeón absoluto, sino en toda una celebridad.

“Puede decirse que Ali se convirtió en la persona más famosa del planeta, conocido como un atleta supremo con una mezcla misteriosa de poder, improvisación y velocidad, un maestro de la predicción y la sorna en verso, un ejemplar símbolo del orgullo racial”, afirmó.

Remnick recordó que Ali fue muy admirado debido a que resistió ser reclutado para pelear en la Guerra de Vietnam, lo que le costó que durante tres años se le prohibiera boxear, justo en la cima de su carrera, además de duras críticas y constante burlas de la opinión pública.

“Millones odiaron a Ali; él amenazó el sentido del orden racial; él era, en su negativa a conformar ninguna categoría, tan desestabilizador para Estados Unidos como lo fue para muchos pesos pesados” que no comprendían su estilo de boxeo, acotó Remnick.

Al paso del tiempo, no obstante, las convicciones de Ali, que se convirtió al islam y abandonó el nombre de “esclavo” que le había dado su familia: Cassius Clay, le granjearon la admiración y un respeto prácticamente universal.

Por su parte, Robert Lipsyte, del diario The New York Times, consideró que Ali “ayudó a definir su turbulenta era como uno de las figuras más carismáticas y controvertidas del deporte del siglo XX”.

El periodista aseveró que tanto si fuera “amado u odiado”, el tres veces campeón de los pesos pesados “permaneció durante 50 años como una de las figuras más reconocibles en el mundo”.

Al final de su vida, añadió Lipsyte, Ali se convirtió en algo parecido a “un santo secular”.

Por su parte, Sean Gregory, de la revista Time, coincidió en que Ali no sólo fue un atleta que personificó la tumultuosa era que le tocó vivir, sino que él “moldeó” esos años.

“Su objeción de conciencia a la Guerra de Vietnam, y sus razonados argumentos contra un país que luchaba por la libertad al otro lado del mundo mientras que a sus propios ciudadanos negros les negaba sus derechos, llenó de energía a una generación completa”, sostuvo Gregory.

En ese sentido, el promotor de boxeo Bob Arum, expresó tras la muerte de Ali: “él fue la figura más transformadora de mi tiempo. Hizo más para cambiar las relaciones raciales incluso que Martin Luther King”.

En su mensaje tras la muerte de Ali, el presidente Barack Obama señaló que las batallas del campeón, tanto dentro como fuera del cuadrilátero, ayudaron a forjar la imagen contemporánea de Estados Unidos.

“Ali sostuvo sus convicciones. Y sus victorias nos ayudaron a acostumbrarnos al Estados Unidos que hoy reconocemos”, manifestó el mandatario.

En su mensaje, Obama incluyó una cita del propio Ali que parece definirlo a la perfección: “yo soy Estados Unidos. Soy la parte que no reconocemos. Pero acostúmbrate: soy negro, confiado, engreído. Mi nombre, no el tuyo; mis objetivos, los míos propios. Acostúmbrate a mí”.

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