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Mira

15, junio 2016 - 20:21

┃ Manuel Gómez

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POR MANUEL GÓMEZ C.

FOTOS: RAMÓN ROMERO

SENCILLO, juguetón, Óscar Pérez brinca de un lado a otro hasta que aterriza donde nos encontramos. Sonriente, bromista, el “Conejo” campeón es el mismo que comenzó a sorprender a todos con su resorte, el cual conserva a los 43 años.

“Créeme que el ser campeón me quitó un peso de encima”, dice el veterano guardameta, en su visita al Diario de los Deportistas, mientras saluda a Salvador Aguilera, director de ESTO. Luego de un breve recorrido por la casa editorial e incluso por el Museo “Ídolos del ESTO”, al fin encuentra reposo en el sofá. Agradable, dispuesto, amable, celebra la obtención del trofeo. El agradecimiento es hacia Dios. Su fe es inquebrantable.

Acompañado de una mascota, sí, un conejito de peluche, expresa: “¿Qué hay de nuevo viejo…?”, mientras las risas de los trabajadores de esta empresa resuenan en el recinto.

“Tenía esa inquietud de lograr algo más, y no quería ser tan remilgoso, por decir algo, pero en general he vivido cosas muy bonitas. Traía esa espinita de otro campeonato. La verdad que el futbol me ha tratado increíble, porque he jugado Mundiales, Copas Américas, Confederaciones, no me puedo quejar, pero tenía esa espinita de ser campeón nuevamente”.

Desde 1997 no era campeón. En aquel entonces lo logró con el Cruz Azul en el torneo de Invierno, razón por la que él mismo decía: “Tantos años y sólo un título, como que no. ¿Por qué otro, no? Dentro de mí decía, Diosito me pongo en tus manos, lo que sea tu voluntad, si no se da y quizá a futuro en otra área, igual en el futbol me tocaría, pero me encomendaba mucho a Dios, a mis padres, y mira, gracias a Dios se dio y ahora para jugar más suelto”, y suelta la carcajada.

Óscar sufría, como lo vivió el “Pípila” en su momento de cargar una losa pesada en la espalda al no lograr nuevamente otro campeonato. “Me siento más tranquilo. Disfruto más de la vida, aunque quiero decir que sí gozaba, pero arrastraba esa tensión, ese estrés de querer ese título, pero se vive distinto. Me quité un peso de encima, porque ya es mi último año como jugador activo, siempre y cuando Dios me preste vida y siga jugando, al mantener mi nivel futbolístico, trataré de terminarlo de la mejor manera. Hoy estoy bien, ilusionado”.

A sus 43 años, el campeón se cuida como nunca.

“La única razón que veo de que a mis 43 años pueda seguir jugando es agradecer a Dios y a mis padres, que todavía pueda estar en condiciones físicas y mentales, porque a mis 43 años que todavía pueda moverme como un chavo, pero hay que complementarse con descansar bien, comer bien, llevar una vida rutina, porque de chavo vas de un lado a otro. Ahora los cuidados son más fuertes. Llego al entrenamiento temprano y lo primero que hago es realizar mi prevención, que es fortalecer las piernas, los hombros, y luego a entrenar y terapia. En sí, mi trabajo cotidiano es de más de tres horas, pero todo depende de tu vida diaria, de tu orden personal”, dice emocionado este Conejo de la suerte…

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