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20, junio 2016 - 11:17

┃ Luis García Olivo

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MÉXICO tenía con qué para ilusionarse en la Copa América Centenario. La generación de enormes jugadores, la retórica del entrenador, los números de imbatibilidad y el rival un tanto engañoso en la fase de los cuartos de final suponía que el Tricolor escribiría la mejor de las historias en el torneo continental, gracias a que también contaba con el arrastre de sus paisanos.

Todo comenzó con buenos bríos, pese a la ausencia de Carlos Vela y los hermanos Dos Santos en la convocatoria de Juan Carlos Osorio, quien prometía llevar al Tricolor a otro nivel, al gremio de las selecciones de élite. Sin embargo, tarde que temprano consumó su primer fracaso bajo su era.

Con una nómina integrada por los mejores hombres “europeos” como en el caso de Guillermo Ochoa, Andrés Guardado, Miguel Layún, Héctor Herrera, Jesús “Tecatito” Corona, Héctor Moreno y con el cobijo de hombres líderes como Rafael Márquez, Paúl Aguilar, Alfredo Talavera y Jesús Corona hacía suponer un buen desempeño del grupo.

Todo comenzó en Atlanta. Sin plantel completo, pues el equipo se integraba con los jugadores que llegaban del viejo continente y los que finalizaban la Liguilla en el torneo, México le hizo frente a Paraguay, el desempeño y resultado no dejaron del todo contentos al público, que acudió al Georgia Dome, apenas una victoria por 1-0 y dejando más dudas que respuestas es como Osorio comenzó a descubrir su columna vertebral.

En ese duelo utilizó a Carlos Peña como falso 9 y de ahí en adelante no lo volvió a contemplar. El juego de conjunto era poco y con el pasar de los choques se creía en mejorar en adaptación de juego y jugadores.

No obstante, lo inverosímil arribó. Ya en San Diego y frente a Chile, México cambió su once inicial respecto al choque contra Paraguay, la rotación comenzó y de ahí en adelante no se detuvo. Nuevamente el triunfo les sonrió a los de Osorio, pero hasta ahí, poca generación de futbol eclipsó a las altas expectativas.

 

EL INICIO

Un cambio de chip llegó con el arranque de la Copa América Centenario y con ello la baja por lesión de Jürgen Damm complicó los escenarios. Uruguay fue el primer rival de la fase de grupos, en el papel el equipo más complicado de esta primera etapa. La cita fue en el desierto de Phoenix. El marcador favoreció a México por 3-1 con grata actuación de Herrera y Márquez. El Tricolor recibía el primer gol bajo la era Osorio y las expectativas retomaban su camino.

La segunda cita llegó en Pasadena, el hecho de cambiar posiciones y jugadores colmó a muchos, impacientó a aficionados y sacó de sus casillas a los dominantes de la materia. Y es que entendían que los duelos de preparación eran para eso: Encontrar un once definido y presentar lo mejor en cada uno de los duelos y no jugarle al vivo ya en la copa.

No obstante, el triunfo de 2-0 sobre Jamaica le daba la razón a Juan Carlos Osorio. México amarraba el pase a la siguiente fase y todo iba de maravilla, pero el tema de las rotaciones comenzaba a cansar a jugadores.

La fase de grupos llegó a su fin en Houston frente a Venezuela, rival que sorprendió al dar grandes partidos frente a Charrúas y jamaicanos, por lo que contra México iban a pelear por el primer lugar del pelotón. La situación no fue fácil para los aztecas. El rival se les indigestó y por poco caían. Los vinotinto representaron ser el primer indicio de lo que sería México en la siguiente fase.

A los verdes apenas les alcanzó para igualar en medio de un primer tiempo para el olvido y una reacción oportuna al cuarto para la hora, empate 1-1 con golazo de “Tecatito” y salvó el hecho de encontrarse a Argentina en la siguiente prueba. Nuevamente Osorio modificó y con nueve cambios redondeó que nunca encontró su 11 ideal.

 

LO LAMENTABLE

Con el primer lugar del grupo e instalados en los cuartos de final, Chile era la siguiente prueba. Todos suponían que sería igual de fácil que en el duelo de preparación en San Diego, pero Chile poco a poco despertaba en cada uno de los frentes. El volumen de juego lo recobraban tal y como sucedió en 2015 durante su Copa América.

Sin Rafael Márquez, quien viajó de manera relámpago a Guadalajara y con la novedad de Ochoa y Paúl dentro de los elegidos, México entraba al estadio Levi’s con la idea de hacer válidos los pronósticos, pero desde temprana hora acusó falta de actitud y convicción frente a un grande, que en ningún momento dio una pelota por perdida.

Acosó a México, le respiró nuca a nuca y nuevamente con cambios, Osorio buscó de esa manera competirle a una Chile que desde temprana hora se echaba el duelo a la bolsa. No anidó en una ni en dos, fueron siete las ocasiones en que los andinos humillaron al Tricolor ante su gente, marca invicta y las rotaciones que terminaron por darle al traste.

Las enormes figuras mexicanas se achicaron, no le pudieron jugar en ningún momento a un grande de América y lo bueno para su causa fue que Chile los humilló y no Argentina, como también pintaba para serlo. Baño de humildad para los jugadores y gran enseñanza para Juan Carlos Osorio, que sirve mucho para hablar bien pero en la cancha el fracaso fue el que dio la cara por él.