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11, septiembre 2014 - 9:17

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POR ERNESTO CASTELLANOS G.

ERAN los primeros días de septiembre de 1971. Escuchamos en una estación de radio un rápido spot anunciando un “festival de rock y ruedas” en Avándaro. Como no captamos bien el mensaje, le preguntamos a un amigo que era rockero de corazón, y él nos confirmó la noticia: varios grupos mexicanos iban a dar una tocada los días 11 y 12, en la zona del bosque de Avándaro (Valle de Bravo, Estado de México), y todo culminaría con una carrera de autos.

Una revista especializada en rock que ya no existe, daba más información del festival, y señalaba que los boletos –muy baratos por cierto-, se estaban vendiendo en una tienda de discos Hip 70, que tampoco existe ya, en avenida Insurgentes, en plena Zona Rosa.

Éramos tres amigos de la secundaria que nos unimos para ir al festival de Avándaro en un viejo automóvil Chrysler.

Salimos rumbo a Avándaro a eso de las 10 de la mañana de ese 11 de septiembre, y a las 13 horas ya estábamos en la zona del festival. A unos 300 metros del estrado, levantamos una improvisada tienda de campaña con hules; comimos algo, y a esperar…

El concierto iba a comenzar a las 8 de la noche, pero ante la impaciencia de miles de melómanos (alrededor de medio millón), a las 7.25 arrancó la música.

La primera banda que subió al estrado fueron Los Dug Dugs. Y la locura se desató. Por fin iniciaba el esperado festival, la versión mexicana de Woodstock de 1969.

Y así, en lo que se convirtió en una noche mágica, inolvidable, fueron desfilando El Amor, La Tinta Blanca, Bandido, La División del Norte, Los Tequila, Peace And Love, El Ritual de Pancho Bareño, El Enigma y el Love Army del Pájaro Alberto.

El concierto se suspendió a eso de la 1 de la mañana, ya del domingo 12 de septiembre, a causa de una gran tormenta. La música se reanudó alrededor de las 4 de la mañana, para terminar a las 8 horas.

¿Y las carreras de autos? Imposible de celebrarlas, la pista en donde iban a correr los bólidos se convirtió en un gigantesco estacionamiento, los autos de los asistentes al evento musical.

Eran las 8.30 horas, cuando emprendimos el regreso al DF. Las carreteras se congestionaron (no es fácil desalojar a medio millón de personas), y llegamos al DF a las 7 de la noche.

Nos admiró que llegara tantas gente al festival, siendo que tuvo tan poca difusión. Dicen que se consumió mucha marihuana (si lo vimos), y que en varias zonas del bosque hubo sexo y encuerados (eso no lo vimos).

Del 11 al 12 de septiembre del 71, el rock mexicano vivió un momento que quedará para siempre en la historia de este país.

Hubo camaradería, se compartió el pan, el agua, la comida, y no vimos ninguna bronca.