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Mira

7, octubre 2016 - 11:07

┃ Alejandro Alfaro

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La década de los 80 fue, sin lugar a dudas, la más exitosa en la historia de América. Así lo avalan los títulos que consiguió, la calidad de los jugadores y la constancia mostrada a lo largo de diez años.

Una gran particularidad dentro de esa etapa y serie de campeonatos fue la posibilidad de ver a las Águilas en la gran final en contra de sus tres acérrimos rivales: Chivas, Cruz Azul y Pumas, siendo este último al que más enfrentó en la definición por el título, ya que después de ganarle la copa en la temporada 1984-85, se volvió a ver las caras con los felinos para la 1986-87.

América, que en algunas zonas de la cancha se había renovado en relación con el equipo que fue tricampeón, culminó la campaña regular como líder de su grupo y puntero general, con una suma de 55 puntos al término de las 38 jornadas, lo que de inmediato volvió a ponerlo como candidato natural al campeonato.

Puebla en cuartos de final, y Morelia en semifinal, fueron los obstáculos que las Águilas deberían de librar para llegar a su objetivo. El camino no fue fácil, ya que tras eliminar a los camoteros, el equipo michoacano representó un duro sinodal, que forzó a los azulcremas a llegar hasta la vía de los penales para ganar la serie tras un empate global a cinco goles.

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Mientras tanto, la Universidad mostró su superioridad ante Tecos y Leones Negros, por lo que se frotaba las manos ante la posibilidad de una revancha luego de haber caído ante América en aquella final jugada en Querétaro.

Ambos cuadros afilaron sus armas. América reposó sus anhelos de campeón en la magia del talentoso brasileño, Antonio Carlos Santos; además de la conocida base conformada por Alfredo Tena, Cristóbal Ortega, Carlos Hermosillo, más la aparición de rostros como el de Luis Roberto Alves “Zague”, que comenzaba su camino con la institución.

Por el lado de Pumas, la camada de futbolistas era, nuevamente, envidiable. Adolfo Ríos, José Luis Salgado, Abraham Nava, Raúl Servín, Miguel España, Alberto García Aspe, Luis Flores y Manuel Negrete. Un equipo de calidad y condiciones notables.

El partido de ida fue la clara muestra de que los auriazules no querían permitir una nueva afrenta. Es por eso que, con una vocación vertical y ofensiva, buscaron atacar constantemente el arco de Adrián Chávez, quien provocó un penal en contra para las Águilas que convirtió Luis Flores para poner el 1-0 que terminaría por ser el marcador definitivo.

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Para el encuentro de vuelta celebrado en el estadio Azteca el 3 de julio de 1988, América haría gala de su fortaleza como local. La tarde tuvo como figuras a un implacable Gonzalo Farfán, y la inspiración de Santos, que comandó las tropas amarillas para llevarse el triunfo en una nueva batalla de campeonato.

El primer tiempo terminó empatado a un tanto con anotaciones de Farfán para América y Flores para Pumas. Sin embargo, el complemento traería consigo los goles que marcaron la diferencia a favor de los de Coapa. Gonzalo Farfán en primera instancia, consiguió su doblete con un cabezazo que se le escurrió increíblemente a Adolfo Ríos.

Adrián Camacho rompió el empate global con un lejano disparo que parecía no llevar mucha dificultad para el guardameta universitario, pero un bote traicionero evitó la atajada y puso el 3-1 en el marcador en ese momento.

Finalmente, Efraín “Fanny” Munguía, como en el PRODE 85, provocó un penal con base en su habilidad y velocidad, ya que en la línea final fue derribado por Miguel España, lo que se marcó como penalti, el cual Antonio Carlos Santos ejecutaría con maestría para el 4-1 que trajo consigo la séptima estrella para América.

 GOLES SON AMORES

Al concluir el partido, Farfán compartió su sentir sobre su gran actuación como figura del juego, y no dudó en señalar que los “goles son amores”, así como el gran segundo tiempo realizado por América.

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“Los goles son amores. Bueno, así dice mi padre. Creo que lo más importante es que el equipo mejoró en la segunda parte y con base en el esfuerzo y el deseo de triunfo puesto por todos se logró esta victoria y título de campeón”, expresó.

Fue así como América alcanzó su cuarto título de la década, confirmándose ya como un titán del futbol mexicano que buscaría cerrar los años 80 con broche de oro un año más adelante.

 

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