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9, octubre 2016 - 19:47

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Como quien juega al ilusionista, así hemos visto al estratega colombiano Juan Carlos Osorio, en el primer duelo de México disputado en esta Fecha FIFA. La comodidad de enfrentar a un rival de poca monta como Nueva Zelanda, apenas le ha valido para salir del paso, gracias al aporte de los jugadores que suelen marcar diferencia, más por sus individualidades, que por algún acierto del cuerpo técnico que encabeza el cafetalero.

De entrada podemos considerar que Anthony Hudson le ganó la partida en cuanto al planteamiento. Sin necesidad de realizar un estudio fuera del otro mundo, el timonel de Nueva Zelanda recurrió a encimar a la Selección Nacional desde su salida, lo que no sólo complicó su accionar, sino también obligó a la pérdida de balones y a recurrir a trazos largos y no tanto a procurar avanzar con balón dominado.

Bajo esa dinámica, Osorio acomodó bajo los tres postes a José de Jesús Corona, y sus hombres de respaldo fueron Jesús Dueñas, Jordan Silva, Hugo Ayala y Hedgardo Marín. Dos de ellos, para colmo, debutantes en el Tricolor (Jordan y Hedgardo), lo que generó problemas de conexión, balones entregados a las espaldas y pérdida del mismo en zona comprometida, dada la referida presión ejercida por el rival.

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Ante semejante dificultad, la tarea de Jesús Molina resultó más ardua. El contención, quien demostró que es un elemento de mucha valía, seguro y con salida, colaboró en rescatar a la improvisada central, incorporándose en ocasiones como un tercer central, para sacar agua del pozo y darle equilibrio a una zona que siempre batalló para encontrar tranquilidad.

El otro debutante, Jesús Gallardo, un buen prospecto, pero que ha sido precipitado por Osorio a nivel Selección, luchó por encontrarse en la cancha, dada la desconexión que por momentos exhibió el organigrama nacional. Y como Marco Fabián –uno de los regresos importantes en el cuadro mexicano– falló varios pasos, Hirving Lozano se transformó en el hombre hábil, que con maniobras y piques, en jugadas individuales, abrió las puertas para que México abriera la pizarra, luego de que el rival había estado muy cerca de anotar y no lo había hecho gracias a un rechace oportuno del portero Chuy Corona.

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El “Chucky” Lozano apareció en el área, y en una jugada individual, en plena persecución, vino un inocente pisotón de los neozelandeses. Penalti que significó el 1-0 para el Tricolor, gracias al preciso cobro desde los 11 pasos de Giovani dos Santos, otro de los reaparecidos, que dio un grato sabor el sábado pasado en Nashville.

Oribe Peralta, un elemento hecho y derecho, completó el 11 titular. Sin desesperarse, aportó un pase de oro para el gol del triunfo, convertido por Marco Fabián. A los relevos, Orbelín Pineda, Isaac Brizuela y Alan Pulido, todos de Chivas, les faltó tiempo para que se dijera algo de ellos.

A la postre, toda una kermés balompédica, no por el acierto, sino por la pachanga y el descontrol que generó tantas novedades y la falta de tiempo para organizar un grupo de jugadores que difícilmente volverá a estar junto en un partido a nivel de selecciones, a menos ahora que está próximo el Hexagonal de Concacaf, en el que estará en juego el boleto a la Copa del Mundo. Se acaban los experimentos. Conclusiones, pocas. Las individualidades rescataron a Osorio. Y todavía le falta otra pruebita, antes de que comience, ahora sí, el reto Mundialista, el cual está en ruso para el colombiano.