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12, octubre 2016 - 10:02

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POR EUGENIO DÍAZ

Artíficie de las instalaciones de Coapa y la llegada de Panchito Hernández al América. Se puede decir que fue la primera contratación de Azcárraga como dueño de los cremas. Como jugador venció a las Chivas, como técnico, no pudo.

Futbolista de origen peruano que tras triunfar en Boca y Rosario Central (y una pequeña escala en Alianza Lima) aterrizó en la Ciudad de México en busca de una buena oportunidad en el lejano 1959.

Jorge Ort, técnico de origen austriaco que trabajaba en Perú, le recomendó a Ormeño continuar su carrera en México, un país, una liga de futbol que tomaba fuerza hacia finales de la década de los 50. El destino, la asesoría de su entrañable amigo el chueco Candia, futbolista de origen argentino avecindado en México.

Contando con un intermediario de por medio (periodista famoso de la época), Ormeño fue introducido al entonces técnico americanista Fernando Marcos, todo esto en el marco del café Tupinamba, en el centro de la ciudad, muy cerca de la calle Isabel la Católica, lugar donde se hospedaba. “La ciudad era otra cosa, cómo cambiaron los tiempos; era una ciudad donde se podía caminar, con pocos autos. Estaba el tranvía, era una maravilla”.

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El América en ese entonces no contaba con canchas propias de entrenamiento. El internado México de Acoxpa y el club Israelita solían ser espacios rentados por los cremas: “Fernando Marcos me citó en el Centro Israelita para hacerme una prueba. Recuerdo que los titulares me tiraron a gol en siete ocasiones, no entró ninguna”.

Pasada la prueba, Marcos dio el visto bueno para que Ormeño fuera contratado. El siguiente paso, tiempo de conocer al dueño del equipo, a Don Isaac, propietario de los refrescos Jarritos.

Aquella tarde de verano de 1959 en la que Walter conoció al personaje que firmaba los cheques en el América, curiosamente, se encontraba Emilio Azcárraga, hombre de negocios metido en los medios de comunicación, que pretendía comprar el club. Según el propio Ormeño, aquella tarde fue casi mágica, pues el señor Azcárraga apuntó: “Si quieres que compre el equipo, contrata ya a Ormeño, tengo buenas referencias de él”.

Así inició el caminar de Ormeño en el América, en el futbol mexicano, contratado por una empresa, un club, que estaba por cambiar de manos, que estaba por dar el salto de calidad.

Con la llegada de Azcárraga Milmo, llegó Guillermo Cañedo, joven presidente del Zacatepec que llamó la atención del nuevo propietario.

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Aquel cuadro no tenía grandes estrellas, figuras consagradas. Eduardo Palmer, Juan Bosco, Pedro Nájera son algunos de los compañeros que recuerda con cariño el grandote Ormeño, así como a Alfonso Portugal, que llegó al equipo el mismo año: “Nos trataban muy bien a todos, sin distinción, era un vestidor tranquilo”, apuntó el gigante peruano de 1.92 m.

Según Don Walter, el clásico ya existía, lo que pasa es que tomó fuerza con la propiedad de Emilio Azcárraga al futbol, al club América, que en poco tiempo reformó el cuadro, contratando figuras nacionales y extranjeras.