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6, diciembre 2016 - 14:58

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tuca-lavolpe

POR: José Ángel Parra

La moda en el futbol mexicano es  llevar mostacho. Debe ser abundante, entrecano y con una acentuada mueca de enfado, reflejo de sus más fieles representantes. Se trata de los dos Ricardos, Ferretti y La Volpe.

Ambos acostumbran a gesticular. Las marcas en sus rostros descubren el largo transcurrir de las edades. Mas para ellos la usanza es y será el bigote. Con él remataron a gol y atajaron penaltis, décadas atrás; con él son identificados como “Tuca” y “Bigotón”. Dejarían de serlo sin ese fecundo bozo, que los retrata.

Quizá por eso, cuando abandonan el semblante furioso e iracundo, ellos optan por quitárselo. Algún título qué coleccionar simboliza esa renovada carita feliz, sin ese cascado mostacho, fiel símbolo de su gruñón proceder.

Sólo uno de ellos podrá cumplir ese anhelo. Ricardo o Ricardo, en su primer enfrentamiento en una gran final. No hay más. Tigres o América.

El primero acumula cuatro estrellas ligueras y dos breves o hasta diminutas participaciones en Selección Nacional, cual “bombero” apaga crisis. El segundo vive de su único trofeo, en el Atlante de los años 90, inflado por la inolvidable “asistencia” al Toluca de Alberto Jorge, en el ya lejano Apertura 2002, tras ser convocado al Tricolor, donde cumplió el ciclo de cuatro años a carta cabal.

Uno brasileño y su contra, argentino; el “Tuca”, seguidor de la escuela menottista, y el segundo, fundador del lavolpismo; uno toca, mueve y cansa, el otro, encima, obstaculiza y desgasta. Semejanzas y diferencias de dos viejos malhumorados.

A sus 62 años, Ferretti avanza cual colérico Shrek, cuando la furia lo rebasa. Gritonea, reclama y regaña. La Volpe (64 ayeres) también utiliza el bigote como escudo, aunque los árbitros y los reporteros son los malos en las obras que él dirige. Moderno Grinch de saco amarillo, por aquello de la robada Navidad. “Sin agrandarme, robo en lo táctico”, diría alguna vez ante los reflectores televisivos, este ladrón de la diversión. Invicto como azulcrema, aunque desagrade y aburra su incómoda estrategia.
Anécdotas… innumerables. Berrinches, gritos y reclamos… ni se diga. Dos bigotes finalistas, un título en disputa. Esta batalla de pelos, únicamente dejará un rostro al descubierto, al término de la blanca Navidad.

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