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9, enero 2017 - 11:21

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El más reciente domingo no pasó inadvertido para las legiones de admiradores que Carlos Monzón dejó en este mundo y que lo mantienen en sus memorias. Un 8 de enero, hace 22 años, dejó de existir el que fuera uno de los mejores boxeadores de toda la historia y uno de los más destacados deportistas de la Argentina. Con su estilo paciente y al mismo tiempo contundente, alcanzó la gloria el 7 de noviembre de 1970 cuando fue a Roma a noquear al campeón mundial de ese tiempo, el italiano Nino Benvenutti, según evocó La Voz del Pueblo de Argentina.

El día de su fallecimiento fue el 8 de enero de 1995, cuando tenía 52 años y chocó su auto en la ruta 1, en el paraje Los Cerrillos, que une su pueblo natal –San Javier- con la ciudad de Santa Fe.

El apodado “Escopeta” había salido de prisión con un permiso especial que ya se le otorgaba por su buena conducta.

En aquellos momentos, Carlos se encontraba cumpliendo una pena después de que en febrero de 1988 fuera encarcelado y luego condenado por la muerte de su mujer, la modelo uruguaya Alicia Muñiz.

De ese fatal suceso se ha escrito mucho e incluso se filmó una película con los supuestos hechos.

Monzón nació el 7 de agosto de 1942 en un hogar humilde del barrio La Flecha de San Javier.

A los 17 años de edad ya realizaba su primer combate en el campo amateur, en el que disputó 87 peleas, con 73 victorias, ocho derrotas y seis empates.

 

PODER DE PUÑOS

En 1963, Carlos se pasó al profesionalismo, donde debutó el 6 de febrero con una victoria por nocaut en dos rounds frente al entrerriano Ramón Montenegro.

En el campo rentado disputó 100 contiendas, con 87 triunfos (59 KOs), tres caídas, nueve igualdades y una sin decisión.

 

SABIO MENTOR

El santafesino tuvo en su rincón a uno de los más notables entrenadores que dio la Argentina, Amílcar Brusa, quien pulió el boxeo primitivo de Monzón para convertirlo en un demoledor de rivales.

Brusa, a quien llamaban “Grande” por su enorme estatura y seguramente por tantos méritos acumulados, llevó a “Escopeta” a defender la corona del mundo en 14 oportunidades, lo cual quedó como una marca para su época.

 

“MANTEQUILLA” NÁPOLES

Así, con ese excelente maestro en el gimnasio y en su esquina, Monzón fue “dando cuenta” de los enemigos más reconocidos de aquel tiempo.

Entre sus víctimas se contaron notables boxeadores como el estadounidense Emile Griffith, el francés Jean Claude Bouttier, el cubano-mexicano José Ángel “Mantequilla” Nápoles y el colombiano Rodrigo “Rocky” Valdez. Este último se convertiría en su rival clásico.

En México, recibió mucha atención de los aficionados y por supuesto de los medios informativos aquella que resultaría una infructuosa tarea que “Mantequilla” Nápoles se echó a los hombros, como era tratar de destronar a un campeón de mayor tamaño y de una división superior. Nápoles se quedó en su banquillo al no responder al gong que llamaba para el séptimo round.

El aplastante triunfo de Monzón sobre un brillante monarca de peso welter como Nápoles hizo repetir aquella vieja frase de “un buen campeón grande siempre vencerá a un buen campeón chico”.

El mito que rodeó aquella triste actuación de Nápoles señalaba que en lugar de dedicarse a la exigente preparación que se requería para ese desafío descomunal, José Ángel no le dio la debida importancia e incluso se le vio en el Lido de París mientras disfrutaba del famoso espectáculo y en consecuencia de las bebidas espirituosas que acompañan a dichas experiencias.

 

ACTOR

Quizá inspirado en que el célebre actor francés Alain Delon intervino como promotor en sus combates, se dio el hecho de que Monzón al tiempo que boxeaba, interactuaba con la farándula y hasta se dio el gusto de actuar en una película de cine, “La Mary”.

Dicha cinta fue muy comentada por tratarse del boxeador que estaba de moda no solamente en su nación sino en muchos países, y la protagonizó junto a Susana Giménez, quien luego se convirtió en su pareja. (Fotos: quidnoticias.com)