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16, mayo 2017 - 13:48

┃ Héctor Reyes

Tadeusz-Ke(m)pka

 

Hijo de la Segunda Guerra Mundial, todavía con los recuerdos frescos del sufrimiento que representó para el pueblo polaco, con la muerte de seis millones de personas, dos millones de niños entre los dos y ocho años, Tadeusz Ke(m)pka Rzepecka es un sobreviviente del Holocausto y también  el último de los ocho entrenadores polacos que llegaron con motivo de los Juegos Olímpicos de México 1968.

A sus 85 años, Tadeusz ha formado innumerables generaciones de atletas y entrenadores, la vocación de maestro, se prodigó apenas sin darse cuenta, desde que fue acolito en Varsovia y tenía ante sí miles de fieles, de las pocas reuniones que permitían los nazis en un país devastado por la guerra. En México, realizamos un recorrido por Coyoacán, uno de los pueblos dentro de la capital mexicana, llena de colorido, de costumbres y de gente.

Para el hijo de un trabajador del ferrocarril de nombre Wladyslaw, su mamá Zofía y dos hermanas Danuta y Krystyna, la Varsovia que había conocido solo quedó un sobreviviente y el 96% de las construcciones habían sido destruidas por los bombardeos de alemanes y rusos. Los habitantes que regresaron a sus casas colocaban en un palo el nombre como señal de que estaban vivos.

Polonia perdió todo, era muy pobre y el deporte cayó a cero y había que demostrar que existía su país. Cómo levantar la moral de una nación que el 17 de enero de 1945 lograba su aparente libertad  durante la entrada a las cuatro de la mañana del ejército ruso – polaco a Varsovia, con un solo habitante Wladyslaw Szpilman, inmortalizado en la película “El Pianista”.

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Polonia recobró vida al término de la guerra, no obstante que Stalin mandó a ejecutar a 26 mil oficiales polacos, el simple hecho de poder prender una fogata y comer algo, sin privaciones, ni el miedo de que en cualquier momento podían perder la vida, se respiraba un aliento de esperanza.

El profesor Ke(m)pka – se pronuncia Kempka y se escribe Kepka -, en un pueblo ubicado, a 50 km de Varsovia, que tiene por nombre Nowe Miasto, Ciudad Nueva, desde que tenía 12 o 14 años se inclinó por descubrir el mundo que lo rodeaba. Para entonces vivía en Varsovia, muy cerca del centro de la capital polaca. La guerra lo preparó para la vida, con hambre y sin ropa. La iglesia lo protegió y su incursión como boy scout le brindó otras oportunidades de conocer su entorno y adaptarse a él, aunque fuera consideras actividades no aptas para el comunismo.

“Tengo que vivir, tengo que aprender de las personas, porque no había escuelas, el aprendizaje era natural. Me acerqué a los salesianos y con ellos conocí el mundo, eran mis guías espirituales. Entonces, toda la vida tuve suerte y los padres me ayudó para estudiar la secundaria y preparatoria”, narra el profesor Ke(m)pa, en su etapa que gestó su vida y la orientó a la enseñanza, siempre hay un cómo y un por qué de las cosas.

“Entré al deporte, aunque no quería ser entrenador, quería ser periodista, entonces el sistema que nos pusieron después de la guerra, dependía de la posición política tanto para ingresar a la escuela y el lugar dónde vivía uno. El ser boy scout significaba que era de derecha y no de izquierda, y el jefe del Partido Comunista era un señor que trabajaba con mi padre en el ferrocarril, se hicieron enemigos. No había oportunidad de acceder a la universidad por la opinión negativa de esa persona y cómo conocía a gente del deporte pude estudiar en otra ciudad”, recordó.

El profesor Ke(m)ka, en el paseo por Coyoacán se encontró al militar Alejandro González, jefe de transportes del CDOM, en la época del General Clark Flores, circunstancias de la vida y momento para recordar ese tiempo olímpico lleno de anécdotas, como las que compartieron de manera incidental fundidos en un abrazo de amigos. Alejandro sufrió la “maldición polaca”, él le decía que estaba pelón Tadeusz por su cabello lacio, pero quién  sí quedó calvo fue el militar que vivió esa época de esplendor deportivo.

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En octubre de 1952 comenzó a impartió sus primeros cursos a otros profesores y por su posición  tuvo “manos libres en su trabajo”. El preparaba los materiales para sus jefes a los 25 años, “trabaja mucho más de lo que podía”, dijo durante 16 años en Polonia. Después el ministro de cultura del deporte de su país  y el General Clark, vicepresidente del Comité Olímpico Internacional, firmaron un convenio para que entrenadores reconocidos prepararan al equipo olímpico de México. Llegó a la capital el 24 de mayo de 1966, a las 23 horas por la línea aérea Sabena.

“No sé qué vodka tomaron, solicitaron apoyo para los Juegos Olímpicos y quería entrenadores con experiencia olímpica. Llegaron cerca de 50 especialistas de todo el mundo, de los cuales ocho éramos polacos, quienes llegaron precedidos de fama por los resultados obtenidos en la segunda mitad de los años cincuenta. A tal grado que en 1958, en un encuentro entre Estados Unidos y Polonia, congregaron en Varsovia, a más de 100 mil espectadores y todavía recuerda que dos de sus pupilos establecieron marcas mundiales.

En Polonia, la fe católica es igual o más que en México. Para ellos la Virgen Negra es tan importante como la Virgen Morena, una historia de seis invasiones suecas que nunca pudieron conquistar Czestochowa. Tadeusz caminó 200 kilómetros para asistir a la fiesta de la virgen junto a miles de peregrinos, ese era su carácter espiritual.

Al llegar a México, lo que les platicaron nada tenía que ver con una ciudad inmensa y Reforma, una de las avenidas más bellas del mundo. Llegó por 36 meses y se quedó toda la vida gracias a la calidez de los mexicanos. Nunca ha tenido problemas, se siente como pez en el agua. Tuvo en sus manos a Juan Martínez, quien obtuvo dos cuartos lugares olímpicos, parteaguas del fondo mexicano.

Formó una escuela con corredores de la talla de Pablo Garrido, Rodolfo Gómez, Arturo Barrios, quien estableció una plusmarca de los 10,000 metros, Salvador García, ganador de la maratón de Nueva York o Dionicio Cerón, subcampeón mundial y ganador de tres maratones consecutivos de Londres. De todos sus atletas, ninguno tuvo problemas de dopaje.

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Desde que llegó a México impartió cursos de atletismo y a lo largo de su vida dio clases para la Federación Internacional de Asociaciones de Atletismo y en el interior del país también daba cursos auspiciado por la CONADE, además de ser responsable de la preparación física de los árbitros en la FEMEXFUT.

Por el deporte conoció prácticamente todo el mundo, una historia de 17 Juegos Olímpicos. Sin embargo, lamenta profundamente que no dejó escuela en México y en la actualidad no tenemos corredores de calidad.

A sus 85 años trabaja sin compás de espera, en días pasados vivió en un camper en el Nevado de Toluca, para supervisar el trabajo de su pupilo Juan Luis Barrios. No ha perdido vitalidad, conserva su  salud y memoria intacta, el maestro con cariño, quién solamente le da tristeza no haber dado una medalla olímpica a  México.

 

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