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2, junio 2017 - 13:50

┃ José Ángel Rueda

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20 de mayo de 1998. El Mundo del futbol se alista para la fiesta que tan solo 20 días más tarde habrá de iluminar París. Pero como cada verano, algo falta. Real Madrid y Juventus se citan en la capital de Holanda para disputar la Copa de Europa, el último evento que da fin al año futbolístico para, ahora sí, evocar el nacionalismo.

En Ámsterdam la noche presagia una historia pura. El Real Madrid busca recuperar su trono después de 32 años de frustraciones. La última gran hazaña merengue en Europa se escribió en 1966, donde los españoles vencieron al Partizan de Belgrado, en Bruselas, cuando el nombre de Gento aún encabezaba las crónicas. En el camino han dejado a equipos como el Leverkusen y el Borussia Dortmund. La proeza luce posible.

La Juventus, por su parte, quiere consolidar una época, la de esa noche es su tercera final consecutiva. El saldo está igualado, una ganada y una perdida, ante el Real Madrid se busca decantar la balanza a su favor. Pero qué difícil es luchar contra la historia. Aun así en el papel llegan como favoritos, luego de vencer con autoridad al Mónaco en las semifinales, con un global de 6-4. Faltará todo menos goles.

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Saltan al campo. La de Madrid es una mezcla casi perfecta entre experiencia y juventud. A Hierro y a Sanchis ahora se les unen Morientes y Raúl. Y la cara conocida del guardameta alemán Illgner, y la fortaleza de Roberto Carlos,  la explosividad de Seddorf, el equilibrio de Karembeu, los goles de Mijatovic, la clase de Redondo, la ida y vuelta de Panucci. En el banco el bondadoso Jupp Heynckes mira atento. Dicen algunos que días antes sentía que todo estaba perdido.

Del otro lado hay confianza. La juventud del plantel contrasta con su mote. La “Vechia Signora” es todo menos eso. Sabe de su capacidad. Liderados en el medio campo por Deschamps, los jóvenes Zidane, Davids y Del Piero hacen soñar a la Juve. Confían en el atrabancado Inzaghi para que los goles caigan y en el experimentado Peruzzi para que los goles no caigan. Y en la defensa, infranqueable, comandada por Torricelli, Montero y Luliano. Di Livio y Pessotto completan el dibujo táctico planteado por el elegante Lippi.

Arranca el partido con tres intentos fugaces de la Juventus de Turín. “Soldatino” Di Livio pone a temblar el marco merengue tras un excelso pase de Zidane, pero Roberto Carlos cierra en el fondo y manda el balón al córner. Un débil disparo de Mijativic, quien llegó tocado del gemelo, saca al Madrid del letargo para equilibrar las acciones. Ambos equipos han superado el envión inicial, y el juego se vuelve ríspido y trabado.

Pero la calidad es mucha y alcanza para todo. El medio campo da la idea de ser una mesa de ajedrez donde sólo se permiten movimientos estudiados y precisos. Y aunque, a cuentagotas, la presión se escapa y el campo abierto se convierte en una opción. Hay avisos de ambos lados. Zidane, con la zurda, la manda por un costado, mientras que cruzando la línea Raúl González envía su disparo apenas rozando el palo. Con posición franca se encontró el balón dentro del área, pero la zurda no ajustó lo necesario y así se pierde el primero. Con el marcador en ceros llega el descanso.

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El complemento arranca movido, Redondo cae dentro del área y tibiamente reclama penal. Sabe que fue un tropezón y acepta resignado las indicaciones del alemán Krug, que le pide levantarse y seguir. Inzaghi ha estado desaparecido, pero poco a poco va encontrando su lugar y manda el primer aviso con una volea que termina en las manos de Illgner. Minutos más tarde vuelve a quedar sólo dentro del área, pero su disparo sale sin fuerza y ahí la Juve siente la peor condena. El que perdona pierde.

Y como los presagios regularmente no fallan, Mijatovic, a los 66 minutos, encuentra un rebote dentro del área y la manda a guardar con un remate que libra apenas el achique de Peruzzi. La zaga italiana levanta la mano pidiendo un fuera de juego que el silbante no marca. Y en la carrera el delantero se vuelve loco. Sabe que la séptima para los merengues está cerca.

Con el gol en contra la Juventus de Turín busca el empate por donde puede. Del Piero toma protagonismo pero la desesperación le nubla el panorama. Aún así encuentra el modo de habilitar a Inzaghi, que no las trae consigo y manda, nuevamente, el balón por fuera. A minutos del final, Davids, con su potencia y su fe, es el encargado de darle al Madrid el último gran susto de la noche. Cuando en una jugada trabada, el holandés se mete a los tumbos en el área y queda en posición franca de gol. Pero su tiro sale directamente a las manos del arquero y así se muere la ilusión.

Tras cuatro minutos de reposición, el árbitro pita el final del partido. El Real Madrid, luego de 32 años de sequía, logra su séptima Copa de Europa. Los jugadores de la Juve quedan tendidos dentro del campo. Zidane y Deschamps se miran desconsolados. Pero no hay tiempo para lamentarse. Un Mundial en casa los espera…