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15, junio 2017 - 20:56

┃ ESTO

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POR HÉCTOR REYES

FOTOS: RAMÓN ROMERO

La jugadora Blanca García, considerada por la Federación Internacional de Voleibol una de las diez mejores jugadoras de la historia y la más sobresaliente del siglo XX de nuestro país, la mujer que ahora dedica su esfuerzo a labores altruistas, el deporte lo ha sido todo en su vida.

A través de las enseñanzas de los entrenadores, el rumano Gabriel Cherevetiu, el polaco Stanislaw Poburka y el coreano Park Ji Kuk amalgamaron a un equipo que llegó a ser número uno de América y uno de los mejores del orbe.

A lo largo de 30 años de seleccionada nacional, Blanca García formó parte de las dos únicas selecciones que marcaron un hito en el deporte de nuestro país: la conformada para los Juegos Olímpicos de México 1968 y la del Campeonato Mundial de Guadalajara, Jalisco, en 1974.

La adolescente que se distinguió por su carácter indomable, desde que salió de su natal Tepic, Nayarit, luego internada en una escuela de monjas en Guadalajara, el voleibol le abrió un nuevo horizonte, le cambió la vida.

A través de las fotografías del archivo del diario ESTO, Blanca rememoró episodios que hoy regresan a la vida a través de sus palabras, con su voz pausada y el brillo de sus ojos producto de la nostalgia.

Son dos motivos de festejo: El Centenario del Voleibol de México y las Bodas de Oro de los Juegos Olímpicos de México 1968, el año próximo. Ella fue protagonista en ambos acontecimientos.

En la primera fotografía. Blanca está con el profesor Poburka, en las gradas del gimnasio del CDOM, las mismas que no han cambiado. No se le olvida que fue tomada en 1966, cuando tenía 16 años:

“Todo fue nuevo, un estímulo, una gratificación que Dios me dio para poder representar a mí país, conocer a tanta gente bonita y poder estar con mi entrenador que me dio tanto, él fue quien realmente nos hizo”, tras mencionar que le trae recuerdos inolvidables y en realidad era un regaño para ella porque le dio un pretexto para no entrenar.

La segunda impresión es una ceremonia de abanderamiento, junto con Eloísa Cabada y el abanderado Alfonso Ramón, uno de sus mejores amigos que falleció hace tres años en un accidente aéreo, un jugador extraordinario que se distinguió por su enorme corazón.

“Ayudó a miles de personas a ser mejores seres humanos y así es la vida, se van los seres buenos”, recordó la voleibolista de 1.85 metros y de condición innata para este deporte.

La tercera imagen trata de la importancia que le daba el Comité Olímpico Mexicano a los uniformes de las selecciones nacionales, cuidaban la presentación y en el avión no les permitían cambiarse. Era la primera vez que asistían a China cuando abrió las puertas, en 1973, con Mao Tse – Tung (Mao Zedong)

“Para ellos fue la impresión, los seguían, no hallaban como entender que fuera de su país existía otro mundo”, expresó Blanca, luego de añadir que era exagerada la disciplina de los chinos y llenos de restricciones, pero muy bonito país, todo estaba igual, no había distinciones, todos vestidos de la misma forma y todos comían lo mismo.

La cuarta instantánea fue en el marco del Campeonato Mundial de 1974 en contra de Perú, con una victoria mexicana en cinco sets, lo que les permitió avanzar a la siguiente ronda y concluyó su participación al caer en contra de Alemania. En la reclasificación terminaron en el décimo puesto.

Y la quinta fotografía que dio luz el Diario de los Deportistas, fue el partido en contra de Estados Unidos en el Gimnasio Juan de la Barrera, se le ganó en cinco periodos durante el torneo de los Juegos Olímpicos de México 1968. Fue histórico.

“Al ver la foto me da tristeza porque ahí esta una de mis compañeras que desgraciadamente ya falleció Trini Macías. Fue una de las razones de que México subió en la clasificación, quedamos en el quinto lugar y fue una experiencia muy bonita participar en Juegos Olímpicos”, un recorrido por la historia y también por el presente.

Blanca recorrió el gimnasio más de 30 mil veces, dijo a la entrada y corrigió, serían treinta mil y uno. El olor de la madera, del tiempo que se detuvo en ese enorme espacio y siempre acompañada de personas que la quieren y la estimulan  a través del Club de Leones y una sociedad femenina de empresarias.

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