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Mira

7, agosto 2017 - 12:23

┃ Héctor Reyes

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Las expectativas de la recién creada Comisión Nacional del Deporte en la administración de Carlos Salinas de Gortari eran grandes para los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, se pronosticaron al menos 10 preseas y al paso de los días la frustración creció dentro de la delegación porque los favoritos no respondieron al pronóstico que se hizo.

Era tal la desesperanza en la Villa Deportiva que a los atletas que no habían competido los hospedaron en hoteles para que no se contagiaran de la frustración que reinó en el ambiente, aunque se obtuvieron preseas en deportes de exhibición (taekwondo y pelota vasca), no contaban para el medallero.

Pasaron cosas increíbles: la actuación en clavados de Mary José Alcalá es inolvidable, porque perdió la medalla por una pifia en el último salto; el punto que dejó ir el tenista Leonardo Lavalle al tratar de acomodarse la gorra en pleno juego; o el velerista Erik Mergenthaler que era campeón mundial, pero no le “acompañó el viento” como lo esperaba.

El clavadista Jesús Mena, el marchista Ernesto Canto, la tenista Angélica Gavaldón, el plusmarquista de atletismo Arturo Barrios y el ciclista Manuel Youshimatz formaban parte del pronóstico de medallas por sus antecedentes deportivos.

Tampoco se puede olvidar al corredor Salvador el “Halcón” García, ganador de la maratón de Nueva York,  expulsado del ejército por sus locuras que le dieron la vuelta al mundo, entre ellas los nombres que les puso a sus perros y hablar de la competencia como si fuera la madre de todas la guerras. Él, Dionicio Cerón y Andrés Espinosa, fracasaron.

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En medio de ese ambiente desolador, los 50 kilómetros de caminata abrigaban la última esperanza. El equipo estaba integrado por Miguel Ángel Rodríguez, Germán Sánchez y Carlos Mercenario, los tres dirigidos por el profesor Jerzy Hausleber. El circuito era de dos kilómetros y cerraban con una subida hacia Montjuic (el Cerro del Judío), dónde esta ubicado el Estadio Olímpico.

                                               25 ANIVERSARIO

Era el siete de agosto de 1992, un día muy caluroso y una humedad de 90%, los especialistas pronosticaban una competencia que tendría una duración arriba de las cuatro horas. Los marchistas mexicanos llegaron procedentes de Bolivia, en donde solían hacer sus campamentos de preparación de altura y evaluaciones a nivel del mar.

A 25 años de distancia de la medalla de plata ganada por  Carlos Mercenario, el atleta que sostuvo la actuación de “la delegación mejor preparada de la historia”, le daría un sitio especial dentro del olimpismo.

“Fue la única medalla oficial y es verdad, había una expectativa grande de los resultados que podía haber, se fueron agotando los días y al final estaba la expectativa de la prueba de los 50 kilómetros y recuerdo que el ambiente, la atmósfera era de frustración porque parecía que México iba a regresar sin medallas”.

Desde su punto de vista como atleta tenía la preparación planeada con mucho tiempo de antelación, nada improvisado, fueron cuatro años, recuerda Carlos, tras mencionar que llegó con el antecedente de haber sido séptimo lugar en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, a los 21 años.

Ahora Mercenario tiene 50 años, al paso del tiempo reconoció que pudo haber ganado el oro, ya que el miembro de la Comunidad de Estados Independientes, Andrei Perlov tenía dos faltas y el polaco Robert Korzeniowski también, por lo cual podía cambiar la estrategia y arriesgar más en la etapa final de la competencia.

“De pronto, digo que han pasado ya 25 años, se me hacen muchos años; pero, también son 25 años que he seguido en el mismo ambiente. Si tuviera que decir que me dejó el deporte, fue la enseñanza de exigirte mucho a ti mismo”, declaró Mercenario, frente a la portada del diario ESTO, donde figuran Fernando Valenzuela, Julio Cesar Chávez y Hugo Sánchez.

Los Juegos Olímpicos son un escenario que transforma todo y sólo se repite cada cuatro años y que todo lo que se prepararon o quieren hacer se resume a un momento. En el caso de los 50 km tiene casi cuatro horas para conseguir lo que quieren y en los 100 metros son menos de 10 segundos.

“No tiene garantizado que puedes hacer en el futuro, por eso lo hace tan difícil llegar a unos Juegos Olímpicos, ganarte tu plaza, ser un mexicano que consiguió clasificarse y después estar entre los mejores, entre atletas en igualdad de condiciones, se prepararon igual que tú, al 100%, por eso es la verdadera alta competencia, esa es la magia de los Juegos Olímpicos que se repiten cada cuatro años”, hizo hincapié el atleta que destacó el apoyo de sus padres.

“Los 50 km fueron extenuantes en esas condiciones, cerca del 90% de humedad y todavía le pusieron un grado más de dificultad, después del kilómetro 47.5, porque la prueba comenzó afuera del estadio y había que subir a una montaña, le  puso un toque especial y tuve que dejar toda mi alma en esas condiciones”.

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Carlos, en los abastecimientos, se echaba agua fría para volver en sí como se observa en una de las fotografías más famosas del andarín: “Te ayuda. Te despierta, pero cuando me pasaron mi botella de agua helada y con esa temperatura,  justo cuando la estoy vertiendo en mi cabeza, por unos segundos se te va el aire; es lo que buscas, provocar ese despertar, porque después de tres horas de competencia, en ese clima,  el cuerpo empieza a mermar aun estando muy bien preparado”. Los 50 km de manera comparativa representa la distancia de la Ciudad de México a Cuernavaca, de caseta a caseta. “¡Es una locura!”, dijo.

Los últimos kilómetros fueron clave, tenía la intención de alcanzar a Perlov, los dos tenían tarjetas rojas y Mercenario no tenía ninguna amonestación, al paso del tiempo se dio cuenta que podía arriesgar, “pero no me arrepiento de nada, son estrategias que escoges en ese momento. Yo decidí quedarme con Robert, pensado que Andrei tenía ya dos amonestaciones  y posiblemente le podía llegar la tercera. Y nada, a quien descalificaron fue al polaco. Justo cuando voy entrenando al estadio,  el ruso cruzó la meta”.

El estar en el podio da la sensación de que todo ha valido la pena, una sensación del deber cumplido, pero antes de ese momento cumbre, cuando se acerca la meta – declaró Mercenario- , se vive algo especial, quería terminar para no sentir más el cansancio, pero a la vez le invadió un sentimiento de nostalgia.

“¡Dios mío,  ya quiero que termine…! dijo. Y, por el otro lado,  empiezas a ver el estadio repleto, no quieres que acabe, quieres que esto se prolongue”. Luego, en la inmensidad de las tribunas siguió con la vista a su familia  que ondeaba la bandera de México. El presidente del Comité Olímpico Mexicano, miembro del Comité Olímpicos Internacional y titular de la Asociación de Comités Olímpicos Nacionales, Don Mario Vázquez Raña, le colgó la medalla  en el estadio de Montjuic.

Ahora el hijo Carlos Mercenario decidió ser marchista y ya compitió en el Campeonato Mundial de Atletismo sub 18 celebrado en Nairobi, Kenia, recientemente y el papá espera que en la rueda del tiempo, lo supere con trabajo y disciplina.

 

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