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10, agosto 2017 - 9:51

┃ José Luis Camarillo

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POR JOSÉ LUIS CAMARILLO

FOTOS DE ARCHIVO: FOTOTECA, HEMEROTECA Y BIBLIOTECA “MARIO VÁZQUEZ RAÑA”

Cuando JC Chávez se impuso al ex campeón mundial superpluma “Bazooka” Limón en Mazatlán, Sinaloa, el 4 de junio de 1988 en la lujosa discoteca Frankie Oh, el César no imaginaba hasta dónde Rafael Arellano Félix, su propietario, estaba metido en los bajos fondos.

El “Bazooka” explicaría que “yo pensaba retirarme definitivamente, cuando Chávez me buscó porque él iba a pelear contra José Luis Ramírez, quien es zurdo, como yo, y pararon el combate en siete rounds. Él estaba en su momento, es el mejor peleador que ha dado México, y es un excelente amigo”.

Rafael, a quien en el equipo del tricampeón llamaban “La Pancha”, era uno de los hermanos que integraban el Cártel de los Arellano y quizá el único que se dejaba ver públicamente.

El César del boxeo sostuvo más combates en la Frankie Oh, uno de ellos contra Jaime Balboa.

Rafael Arellano apareció en algunas imágenes de TV junto al gran campeón mexicano, en su histórico combate contra Greg Haugen del 20 de febrero de 1993 en el estadio Azteca.

El afamado pugilista nunca ha negado su relación casual de amistad con gente del narcotráfico, “porque yo saludo a todos los que se me acercan y nunca les pregunto a qué se dedican”.

A lo largo de los tiempos, los deportistas famosos han atraído a toda clase de individuos con poder económico o político, y entre esa gente hay quienes manejan negocios al margen de la ley.

Rafael Arellano invitó un día a JC a construir en sociedad el hotel JCaesars Palace, en Mazatlán, pero luego del acto de colocación de la primera piedra no se supo más.

Antes de noquear al argentino Alberto Cortés el 16 de diciembre de 1989 en el Palacio de los Deportes, visitamos a Julio César en el hotel donde se hospedaba y nos mostró la bata que usaría. En la espalda tenía la figura de un escorpión, símbolo de la Frankie Oh.

ÁNGEL GUTIÉRREZ

Ángel Gutiérrez, un tijuanense experto en artes marciales a quien igualmente se vinculó con el narcotráfico, fue apoderado de Julio César Chávez. En abril de 1987, viajaron juntos a Nimes, Francia, a su defensa del cetro universal superpluma del WBC contra brasileño Tomás da Cruz por parte de Julio.

Gutiérrez le compró su contrato al manejador Ramón “Zurdo” Félix, quien perdió la vida trágicamente cuando nadaba en las playas de Marruecos. Ángel acompañó a JC a la conquista de su segunda corona del mundo, contra el boricua Edwin “Chapo” Rosario, el 21 de noviembre de 1987 en el Hilton de Las Vegas.

Tanto Ángel Gutiérrez como Rafael Arellano murieron en circunstancias muy violentas. Gutiérrez fue tiroteado a mediados de 1993, al conducir su automóvil en Cancún, donde planeaba establecerse. Arellano fue baleado por un hombre con disfraz de payaso durante una fiesta infantil, el 18 de octubre de 2013 en Los Cabos, BCS.

“BEBÉ” GALLARDO

Jesús “Bebé” Gallardo era un peleador que gozaba de la preferencia de los aficionados de Tijuana, por su estilo explosivo. Lo representaba Ángel Gutiérrez, quien le forjó una campaña ganadora hasta llevarlo a disputar el cetro mundial supermediano de la WBA contra Chong-Pal Park, en diciembre de 1987 en Corea del Sur. Su sueño acabó en dos episodios.

El “Bebé” fue asesinado el 9 de abril de 1986 en un hotel muy cercano a Toluca, donde se hospedaba junto al equipo de JC, y ambos tenían como entrenador al español “Búfalo” Martin.

ALFONSO ZAMORA

Alfonso Zamora, subcampeón olímpico y monarca del mundo como profesional, es otra de nuestras grandes figuras que pasaron a ser protegidos por alguien con actividades fuera de la ley.

El duranguense Manuel Fuentes le compró su contrato al gran mánager Arturo “Cuyo” Hernández.

Zamora también tuvo como apoderado a Régulo Guzmán, un mexicalense al que se colgaban nexos con el narcotráfico.

Genaro León, quien participó en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 y más tarde fue monarca mundial welter de la WBO, permanecía recluido en la cárcel de su natal Culiacán en años todavía recientes, por la presunta comisión de hechos que tienen que ver con la distribución de drogas.