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Mira

25, septiembre 2017 - 11:32

┃ Iván Pirrón

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¡SOR- PRE-SA!

Si eres nuevo aficionado de la NFL, en apenas tres semanas te habrás dado cuenta que parte del encanto de esta liga es que es impredecible. Si eres un fan veterano… bueno, ya sabes a qué me refiero.

De todos los domingos locos que he visto en más de 30 años que tengo de seguir la NFL, el de ayer queda para la historia.

Se jugaron 14 partidos, y sólo en tres ganó el favorito; además, sólo uno (Kansas City) cubrió la línea que se les asignó en Las Vegas.

Todo comenzó muy temprano en Londres, donde los Jaguares de Jacksonville destrozaron 44-7 a los Cuervos, que eran favoritos por 3 puntos.

Ante la que supuestamente es una de las mejores defensivas de la liga, Blake Bortles lanzó cuatro pases de touchdown, tres de ellos al ala cerrada Marcedes Lewis. La ofensiva de Jacksonville totalizó 410 yardas y los Cuervos sufrieron su peor derrota desde noviembre de 1997 (37-0 en Pittsburgh).

Ese triunfo de los Jaguars desató una reacción en cadena.

Denver, favorito por 3, cayó 26-16 en Buffalo; Carolina, favorito por 5.5, perdió en casa 34-13 ante Nueva Orleans; Pittsburgh, favorito por 7, cayó 23-17 en Chicago en tiempo extra; los Cafés, favoritos por 1.5, fueron superados 31-28 en Indianápolis; Tampa Bay, favorito por 2.5, fue golpeado 34-17 en Minnesota; finalmente, los Raiders, favoritos por 3 y contendientes al Super Bowl, cayeron 27-10 en Washington.

Esta liga es tan grande como impredecible.

LA TORPEZA DE DONALD UNE A LA LIGA

El Comisionado Roger Goodell y la Unión de Jugadores de la NFL no tienen una buena relación. Su principal diferencia son los polémicos castigos que el “Sheriff” le ha impuesto recientemente a algunos agremiados, particularmente al corredor de los Vaqueros, Ezekiel Elliott, por un supuesto caso de violencia doméstica que no ha sido probado.

Pero el presidente de Estados Unidos logró unir, al menos por un día, a Goodell, dueños de franquicias y jugadores.

Donald Trump sugirió que los equipos deberían despedir a los jugadores que se hincan cuando suena el himno nacional de Estados Unidos, previo a cada partido, un movimiento que inició Colin Kaepernick.

La desafortunada declaración inmediatamente generó reacciones en desacuerdo a lo largo y ancho de la NFL. Goodell calificó las palabras de Trump como “comentarios divisorios” que sólo “demuestran una desafortunada falta de respeto por la NFL, nuestro gran juego y todos nuestros jugadores, y una falla para entender la fuerza abrumadora de lo bueno que nuestros clubes y jugadores representan en nuestras comunidades”.

En los emparrillados, las protestas se acentuaron. Por ejemplo, en Chicago, los jugadores de los Acereros (excepto Alejandro Villanueva), no salieron al campo en la ceremonia del himno; en Tennessee, tanto Seattle como Titanes también se quedaron el túnel. Muchos otros jugadores se hincaron o de plano se quedaron sentados en la banca, y otros tantos fueron abucheados, como en Nueva Inglaterra.

La torpeza del señor Trump unió a la NFL y ahora es el momento ideal para que un equipo le dé trabajo a Kaepernick.