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Mira

28, octubre 2017 - 15:25

┃ EFE

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Un testarazo del colombiano Carlos Bacca, el 1-1 a diez minutos del final para el Villarreal, frustró de nuevo al Atlético de Madrid, frenado otra vez por su enésimo ejercicio de falta de gol y merecedor de mucho más por ocasiones y ambición, pero replegado y empatado cuando se sintió más cerca del triunfo (1-1).

Porque la diferencia entre los tres puntos por los que jugó el conjunto rojiblanco y el punto que sumó finalmente a su cuenta en la clasificación fue de eficacia en ataque, la que aún rebusca sin éxito el Atlético en sus últimos encuentros y la que sí tuvo su rival en el único tramo en el que se lanzó hacia la portería local.

Una victoria en sus últimos seis partidos oficiales -siete con el de este sábado- han mermado de confianza al Atlético. Se nota en sus encuentros más recientes, sin tanta seguridad ni determinación. Por eso, cada jugada que le funciona le rearma, como si necesitara de una reafirmación constante para convencerse de su capacidad real.

El gol, superada mínimamente la hora de partido, fue de Correa, pero nada habría sido posible sin la genialidad que inventó Griezmann; un pase extraordinario de volea, magnífico por visión de juego, ejecución y resultado, a la irrupción por la derecha del argentino, que rebasó a su marcador con el control y batió a Barbosa (1-0).

Un impulso para el Atlético, pero también para la reacción del Villarreal, que, entonces sí, fue un bloque más reconocible, más ambicioso, más valiente para proponer mucho más que la posesión de balón y más efectivo de lo que había sido su adversario en todo el encuentro, con un cabezazo de Carlos Bacca que igualó el duelo.