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1, noviembre 2014 - 19:29

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Por Abigail Parra

UNA de las festividades con más tradición en México es el día de Muertos. Disfraces y ofrendas son producto de la imaginación del mexicano, pero a esto habría que sumarle un detalle digno de tradición en el balompié azteca; el “Clásico Nacional”. Ese juego en el que se enfrentan dos equipos de rivalidad histórica, América y Chivas.

Los tapatíos llegaron a esta edición del Clásico en una situación más que incómoda, pues el descenso anda cada vez más cerca del chiverío; mientras el Ave los recibió en todo su esplendor, es así que los aficionados aprovecharon el pretexto de la celebración de muertos para aprovecharse y burlarse del momento de su acérrimo rival.

Maquillaje, máscaras, disfraces y mantas fueron las “armas” con las cuales los azulcremas recordaron a sus rivales el peligro que corren en el futbol mexicano.

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La fiesta no paraba, los pretextos tampoco, nada importó dejar tierras tapatías con el fin de llegar al Distritos Federal y hacer presente esa riqueza de ambiente de los rojiblancos, una chiva elaborada mediante la técnica de cantonería con una agradable compañía; un mariachi que al son de “El Rey” y el “Jarabe Tapatío” anunciaron su ingreso a las instalaciones del Azteca.

Por otro lado, los fantasmas del descenso, intrépidos azulcremas caracterizados como esos seres que parecen no dejar el sueño del Rebaño tranquilo ante una campaña que no ha encendido ni la más mínima flama de lo que antes era el histórico “Eterno Campeón”.

YA EN EL NIDO

Una auténtica fiesta, una muestra de cánticos y estilos de cariño hacia el equipo de sus amores. Las tribunas del Azteca con una entrada total de más de 75 mil espectadores que no pararon de gritar y brincar. Hacer retumbar las gradas del Coloso de Santa Úrsula no es fácil, azulcremas y rojiblancos lo hicieron.

Cada jugada, cada caída, pelotazo, acierto y error era recalcado por los espectadores.

Por momentos los locales parecían callados, mientras los visitantes hacían lo suyo. Pero el descenso, esa terrible realidad del chiverío era más fuerte que cualquier muestra de orgullo por parte de los tapatíos, pues -Chivas al descenso, Chivas al descenso- fue el coro más fuerte que retumbó por todas las tribunas.

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