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2, noviembre 2014 - 21:57

┃ ESTO

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Por Horacio soto Castro
Fotos de Alejandro Villa

El toro Miel en Penca y el matador francés Sebastian Castella endulzaron la tarde en la plaza México sin llegar a ese dulzor empalagoso, sino con esa sutilidad que te deja un regusto especial como para volver a saborear esas mieles cuantas veces te la pongan en la mesa.

La combinación se registró en el quinto toro de la segunda corrida de la campaña en la plaza México, en que se aflojó considerablemente la entrada, pero que se estarán lamentando los que no asistieron por que la faena que esculpió Castella puso en orbita a los aficionados que se deleitaron con ese portento de obra maestra, que los transportó al infinito, a ese lugar que solamente llegan los elegidos.

Sebastián hacía dos temporadas que no se presentaba en el embudo de Insurgentes y a su regreso en forma inesperada por la ausencia de José Mari Manzanares, ofreció una sinfonía de muletazos, que no solamente endulzaron la vista, sino también el espíritu, el gusto, el olfato y todos los sentidos de que somos dueños los humanos, que nos hacen alegrar la vida.

Castella hizo gala de su enorme gama de bien torear y le brindó al público mexicano que siempre lo ha tenido en un pedestal como un gran torero y reafirmó esa condición. Hoy no se quedó atrás y se convirtió en el gran triunfador saludando en el tercio en su primero y cortando las dos orejas del quinto con lo que salió a hombros por la Puerta del Encierro.
Y no fue casualidad porque los diletantes capitalinos ya han probado de su toreo de canela fina como también lo ha paseado por los ruedos del mundo.

Marcado con el número 27, entrepelado jirón bragado, rabicano y cornivuelto fue bautizado con el nombre de Miel en Penca por el ganadero de La Estancia, Alejandro Martínez Vertiz, por su presencia, bravura, nobleza, de meridiana embestida y que aguanto cien muletazos con gran recorrido, que se comía la franela. Por todo ello y la calidad que deslumbró mereció los honores de arrastre lento, entre el contento general que no lo aplaudieron a rabiar y a su victimario que fabricó un gran y sabroso pastel y a la ganadería e hizo que su divisa ondeara orgullosa en la plaza México.

Castella lanceó a pies juntos y remató con media y después quitó por verónicas cadenciosas, rítmicas, templadas y de gran calidad para remar con una revolera de azúcar refinada. Brindó al público y se llevó la gran ovación para darse a torear como los grandes, que grande lo es.

Flexionado la rodilla izquierda logró lances suaves, templados, para seguir con un ayudado y el de pecho en la misma posición que fueron largos y templados. De ahí en adelante todo fueron ovaciones por la variedad en su faena con pases de todas marcas. Intercalando la dosantina, el ayudado y el de pecho. Fue una faena debidamente estructurada, ensamblado los pases uno tras otro. El desdén y se caía la plaza. La faena de Castella tuvo un gran contenido , hondura, arte, temple que arrancó los olés sonoros y sostenidos. Una faena que permanecerá indeleble en las retinas de los que la presenciamos.

Se perfiló a matar y se fue por derecho con una ejecución impecable y la plaza estalló de emoción. La espada estuvo apenas traserilla y tardó en doblar, pero además dos veces se levantó cuando se acerba el puntillero, pero finalmente entregó su vida y los tendidos se tiñeron de blanco. Dos orejas otorga el juez y arrastre lento a Miel en Penca.

Su primero fue Tres Otoños de la ganadería de San Isidro con el que lució su toreo de capa primero en verónicas y después por chicuelinas ajustadísimas. También fue una gran faena la que realizó pero fue por su cuenta, ya que el toro presentó complicaciones entre ellas pronto se aplomó y tirada a defenderse. Se fue a refugiar en tablas y ahí le sacó los muletazos emotivos. Pinchazo y estocada y lo hicieron salir al tercio para gran ovación y pitos al toro.

CAPETILLO

Guillermo Capetillo acusó el estar fuera de los ruedos, pues se le vio falta de sitio y algunas dudas. Pero a la vez dejo ver pasajes de su toreo de temple y arte. Sobre todo que engarzó bonitas verónicas y algunos muletazos de su personal sello, ante un lote toreable. Mal estuvo a la hora de matar y escuchó un aviso en su segundo, pero fue abucheado feamente en los dos y al retirarse. No ha dicho que se retira de los ruedos, pero es obvio que así sea.

SILVETI

Nuevamente Diego Silveti tuvo que remar contra corriente y le correspondieron dos malos toros, pero él, con esa raza y ese casta de que es dueño y puso por delante su carácter y determinación y tuvo momentos de un torero distinguido. Sobre todo en su segundo que se fue a refugiar en tablas y ahí le robó soberbios muletazos. No estuvo muy certero con la espada y escuchó un aviso.

ENCIERRO

En general el encierro combinado de La Estancia y San Isidro estuvieron bien presentados y acudieron a los caballos, pero solamente sobre salió Miel en Penca. Los demás tuvieron complicaciones, mansearon y fueron descastados.

Entre los subalternos sobresalieron Christian Sánchez y el español Francisco Borrero, quienes saludaron en el tercio y fueron aplaudidos Gerardo Angelino, , Diego Martínez, Diego Bricio y los picadores David Vázquez y el español Jose Dobladio.

Después del paseíllo se solicitó un minuto de silencio a la memoria del desaparecido matador español José María Manzanares y después del sorteo, se oficio una misa, también en su memoria, en el ruedo del coso.

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