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26, diciembre 2017 - 11:00

┃ ESTO

Brizio

ES UN BUEN PROFETA 

POR EDUARDO BRIZIO

No están ustedes para saberlo ni yo para contarlo, estimados lectores, pero hoy hace un buen día para comentarles una de las mejores y más intensas vivencias que tuve, hace muchos años, mientras me desempeñé como silbante.

Resulta que tuve la dicha de formar parte de una cuarteta arbitral que “pitó” un partido de eliminatoria de Copa del Mundo, rumbo a Corea-Japón, en que jugaron Irak vs. Irán, nada más y nada menos que en Bagdad.

El árbitro central sería, mi amigo, Felipe Ramos Rizo, mientras que un servidor se desempeñaría como cuarto oficial, cuarto hombre o (como se dice coloquialmente en el medio arbitral) como “cuarta hembra”.

Para que no se queden con la duda les platicaré que el equipo visitante (Irán) se alzó con la victoria por la mínima diferencia y con su trabajo de excelencia Felipe se ganó un lugar entre los nazarenos que actuarían en el Mundial.

Mientras estuvimos en esa milenaria capital, que se ubica geográficamente entre los ríos Tigris y Éufrates, tuvimos el gusto de convivir con un Asistente de Línea iraquí, que para nuestra fortuna hablaba inglés y era la forma en la que, no solamente pudimos comunicarnos con él, sino que, pudimos entablar una profunda y por desgracia, efímera amistad.

Por ejemplo, repentinamente nos apresuraba para regresar al hotel al atardecer, a lo que después me confesaría en lo personal, que su urgencia obedecía a que debía cumplir con su oración vespertina, a lo que yo respondía: “¿Por qué no oras aquí?”, recibiendo como siempre, una gentil explicación: “No lo puedo hacer aquí, porque no existen los elementos. Necesito agua, entre otras cosas, debo asearme antes de orar y dirigir mis rezos rumbo a la Meca”.

Al llegar al hotel, incluso me ofreció acompañarlo y ser un observador mientras él cumplía con el rito al que sus creencias le obligaban. Al tiempo que yo agradecía su invitación, pero educadamente rechazaba.

Así se fue creando un vínculo en el que frecuentemente hacíamos referencia a nuestros credos. No tardé mucho tiempo en confesarle que después de Irak, pasaríamos por Jordania; para después, realizar un sueño largamente acariciado desde nuestra niñez: visitar en Israel, Tierra Santa, mística experiencia.

Sorprendido me preguntó: “¿Por qué quieren ir a Jerusalén? (Because our profet die just over there). Porque fue ahí justamente en donde murió nuestro profeta, le respondí.

Cuál sería mi sorpresa al siguiente día, cuando mientras desayunábamos, nuestro amigo me hizo una infidencia: “Anoche, antes de dormir, estuve leyendo sobre tu profeta”. (Really?) ¿De verdad? (Where?) ¿En dónde? Me contestó que en el Corán (libro sagrado del Islam que contiene la palabra de Alá revelada a su mensajero Mahoma en la cual reside la fe musulmana). Doblemente sorprendido le pregunte: ¿En el Corán hablan sobre Jesucristo?, a lo que él con toda sinceridad contestó afirmativamente, agregando un juicio que hasta el día de hoy me estremece la piel y me humedece los ojos: (He is a good profet)… es un buen profeta.

 

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