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Mira

10, enero 2018 - 20:08

┃ Guillermo Martínez

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Detrás de sus ojos resurgen imágenes.

Se levanta temprano, está destinado a cumplirle al destino.

Miles de sonrisas expectantes esperan su participación.

Felipe Muñoz llega con una sonrisa a la Alberca Olímpica Francisco Márquez.

Entonces los nervios lo invaden.

Pero está seguro de su entrenamiento, del trabajo que hizo durante años. De esa mentalidad ganadora que se fue forjando desde niño en que quiso ser nadador.

Observa la invasión de gentes que van entrando por la avenida Río Churubusco hacia la alberca.

Un letrero sobre la avenida lo devuelve nuevamente a la realidad: “Juegos Olímpicos de México 68”.

Recuerda los consejos de su equipo multidisciplinario de ese entonces. Sabe que debe responder por la nación. Con la mente en que el Himno Nacional se escuche en todo el país.

Aunque sus rivales también son temidos: Vladimir Kosinsky, poseedor de la marca mundial en los 200 metros estilo pecho. Los rusos Nickolay Pankin y Eugeny Mikhailov, el norteamericano Job Brian y el alemán Egon Henninger, todos medallistas mundiales, pero Muñoz Kapamas no se intimida.

Los saluda con respeto y espera el turno para competir.

La gente en las gradas comienzan a gritar “Tibio”, “Tibio”, apodo que le pusieron porque su padre Felipe era de Aguascalientes y su madre Areti de Río Frío.

En sus venas corría sangre tibia, pero su mente estaba fría, atenta a cualquier circunstancia.

Así se presentó y ganó la competencia haciendo enloquecer al respetable. Con lágrimas de orgullo y satisfacción cantó el Himno justo cuando se izaba la bandera mexicana en todo lo alto del mástil. Al lado fungían la de Estados Unidos y Rusia.

Fue un logro que al pasar de los años ha sido difícil superar en los subsiguientes Juegos Olímpicos.

Ahora, a 50 años de esa increíble respuesta a la natación, Felipe sigue disfrutando esos momentos que compartió con sus padres, con los dirigentes deportivos, con el pueblo que lo conocía por “El Tibio” y que lloró de alegría por esa conquista.

También a nivel mundial su nombre se pronunció, ya que los Juegos Olímpicos de México fueron transmitidos a muchas partes de los Cinco Continentes, por ser el primer país Latinoamericano en ser sede de tan importante encuentro deportivo.

Así, un martes 22 de octubre del año 1968, un chiquillo de 17 años hacía vibrar a todo México de emoción y esperanzas deportivas.

“Lo importante fue que demostramos que México podía hacer este tipo de eventos, porque muchos se preguntaban si lo lograríamos. Pero no solo se superaron las expectativas, sino que hubo campeones olímpicos”.

RAMA DE OLIVO

Son cinco décadas en que la rama de olivo no se ha secado.

Y “El Tibio” se encuentra con el pasado.

Carga a su tercera nieta y sus ojos brillan.

Está conviviendo con su familia, sus hijos y su esposa.

Los ve y sonríe. Está satisfecho con lo que ha logrado en su vida.

“Mi padre tiene poco que murió y mi madre hace dos años. Tengo tristeza pero también satisfacción porque me vieron seguir creciendo, tal como me lo inculcaron cuando iba a entrenar. Siempre me decían que luchara por lo que deseaba, que no me detuviera ante nada. Muchos recuerdos guardo y la verdad que los sigo disfrutando. Ahora disfruto con mis nietos y sé que algún día sabrán lo que hice y que todo un país aplaudió”.

MÉXICO 68

Los Juegos Olímpicos abrieron al mundo lo que sucedía en el país con el deporte.

Se mostró que estaba abierto a las nuevas tendencias como la televisión y la música.

Felipe Muñoz escuchaba a The Beatles, The Rolling Stones y a Santana, un orgullo nacional.

“Entramos a la era moderna. Y mostramos al mundo lo que queríamos como nación, hacer unos juegos mejores. Además de ser hospitalarios, que ofrecimos a los extranjeros las tradiciones, la cultura. Crecieron medios de comunicación, se innovó en varias cosas, como ser los primeros en tener una marcota representativa. Fue un jaguar que no tenía nombre, pero como símbolo mostraba que teníamos garra y mucha fuerza para competir”.

Con su logro nació un nuevo conquistador del deporte, un héroe nacional que su nombre traspasó las fronteras.

El sueño se había cumplido en la natación, luego de haber probado en deportes como futbol, béisbol, básquet, canicas y tochito. La ciudad pronunciaba su apodo sin conocerlo en persona. Alguien tocaba un claxon y sabía que era por él. Miles de banderas ondeando en cada sitio en que pasaba al lado de sus padres y familiares.

Hoy, en 2017 vuelve a pasar lo mismo cuando pasa por la Alberca Olímpica Francisco Márquez. Los sentimientos rejuvenecen su fisonomía. Recorre los pasillos y vuelve a ponerse el traje de baño para competir. Ahora solo en la mente, pero sigue escuchando su apodo que diez mil personas corearon en las gradas y de los miles que lo hicieron en las calles.

Los ecos del pasado lo hacen soltar una lágrima de satisfacción. De haber cumplido los consejos de sus padres, quienes lo impulsaron a lograr ese año.

“Muchas veces en el deporte pierdes más de lo que ganas. Ellos me decían, ‘perdiste, ni moco, a echarle más ganas. Sigue con tu lucha’. Y eso lo inculco a mis hijos, a mis nietos, de que la vida no es fácil. Que habrá muchas cosas en tu contra pero que habrá de luchar. Porque nadie la tiene fácil. Con esa ideología sigo en estos 50 años de completar un sueño”.

FICHA

Nombre: Felipe Muñoz Kapamas

Fecha de nacimiento: 3 de febrero de 1951

Estatura: 1.81 metros.

Disciplina: natación