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7, noviembre 2014 - 10:34

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POR TEODORO RENTERÍA ARRÓYAVE

DE trovador de un cafetucho de París, a figura de la televisión mexicana.

Así se podría, en pocas palabras, reseñar la vida del buen amigo y reconocido colega Jorge Isaac Saldaña Hernández, quien inauguró una forma especial de hacer televisión.

Nadie le puede disputar a Jorge Saldaña esa comunión que logró en sus maratónicos programas de televisión, que eran verdaderas misceláneas de todo y de nada en particular.

En ellos conjuntaba, especialmente en “Sábados con Saldaña”, en todo lo que incursionó y en todo lo que sabía hacer con el toque personal que lo distinguió.

Presentador, conductor, periodista, escritor, crítico, analista, locutor y productor; todo eso fue y en todos sus programas relucían tales cualidades; sin balance alguno, la espontaneidad era el signo de su éxito.

Pocas veces le ganaba la risa, cuando mordaz criticaba sobre todo a los políticos, porque entonces se volvía estentórea; prefería la cara del mimo que conserva el rostro inexpresivo, mientras provoca la risa y el regocijo de quien lo ve y lo escucha.

Tienen mucha razón los colegas que han escrito, con motivo de su partida al éter eterno a sus 83 años, ocurrida en esta Ciudad de México el pasado jueves 30 de octubre, que después de una prolongada estancia –más de un década– por Europa, donde inicialmente fue a realizar estudios en La Haya, Holanda; en Madrid, España, y en París, Francia, quien lo rescata y lo regresa a México fue el heredero del fundador de lo que ahora es la televisora de San Ángel.

Según me lo relataron, desde aquel entonces, Jorge Saldaña, por amor al arte, hasta el último suspiro, fue un redomado bohemio, pero también por la paga, cantaba en cafetuchos del Barrio Latino de la Ciudad Lux, y en uno de ellos conoció al “Tigre”, quien cuando iba a la capital francesa, en lugar de visitar lugares de lujo, le encantaba recorrer los cafés o bares que se conocen como la “petit restaurante”, y por casualidad o por alguna recomendación llegó al café donde Saldaña, acompañado de su guitarra deleitaba a la concurrencia cantando en español y en francés melodías de corte romántico.

Después de la actuación, varias veces fue invitado a la mesa del empresario mexicano, a quien le sorprendió la gran cultura de Saldaña y por ello lo invitó a ingresar al entonces Telesistema Mexicana.

Todo estaba preparado para que Jorge Saldaña se convirtiera en el primer director de Noticiarios de la Televisión en México, cuando sobrevino uno de los tres choques entre los dos amigos y salió de Televicentro.

Como lo relato en el libro “ Mi vida son mis amigos. Una historia de los noticiarios en México” –que me editara la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla–, página 61, con el disgusto correspondiente, el joven presidente de Telesistema Mexicano, citó a reunión urgente de Consejo de Administración para consultar sobre el reemplazo de Jorge, para ocupar la dirección de la primera redacción periodística televisiva, puesto que ya estaba decidido que los periódicos dejaban de hacer los noticiarios.

Fue don Rafael Cardona Linch, gran directivo de las radiodifusoras del Grupo, XEW y XEQ, a quien aprecio entrañablemente, presentó mi candidatura, y así entré a la historia de la televisión.

Relato el hecho para destacar que jamás hubo un reclamo de Jorge, tan común en el medio. Esa fue una de sus grandezas, y también pondero su disposición para invitar a decenas de colegas a sus programas. La televisión de Estado lo había acogido y ahí forjó su triunfal carrera.

La última vez que nos vimos fue en “Casa Pedro”, la famosa “casa de la paella”, allá por el rumbo de Tlalpan, donde con algunos amigos disfrutamos la comida en la parte de arriba del restaurante. Al bajar y antes de salir, me separé del grupo para despedirme de la señora viuda de don Pedro Haces, fundador de ese comedero taurino.

Estaba yo en ese adiós, cuando escuché: “Ahí está Teodoro Rentería”. Era la voz inconfundible de Jorge Saldaña. Me dirigí de inmediato a su mesa que compartía con su señora esposa, Leticia. Él quiso ponerse de pie, pero amorosamente se lo impidió su compañera de vida.
Ya lo publicamos, y lo repetimos, nuestra cariñosa solidaridad con su esposa, hijas, demás familiares y múltiples amigos.

Lo dicho: de trovador de un cafetucho de París, a figura de la televisión mexicana. Esa es en resumen la vida exitosa y plena de Jorge Saldaña.