La inmortalidad le llegó a otras ocho leyendas de la NFL. Muy apasionante resultó la ceremonia del Salón de la Fama 2018, donde nombres ilustres de los emparrillados en la última época se ganaron un lugar en el recinto de Canton, Ohio.

Randy Moss, Brian Urlacher, Ray Lewis, Brian Dawkins, Terrell Owens, Jerry Kramer, Robert Brazile y Bobby Beathard, fueron los elegidos en la generación 2018. El día previo al Super Bowl LII vivió una noche histórica en el auditorio principal de la Universidad de Minnesota.

Tras darse a conocer los reconocimientos a los mejores jugadores de la temporada que está por culminar, llegó el turno de los nuevos inmortales. El primero en caer fue Randy Moss, quien vivió sus mejores años como profesional justamente en Minnesota jugando para los Vikingos.

Los aplausos al imponente ex receptor abierto sonaron con gran fuerza. Junto a él también ingresó Terrell Owens, aunque éste únicamente se hizo presente por vía telefónica. Tras darse a conocer los siguientes cuatro nombres llegó el turno de dos de los mejores defensivos del siglo XXI. Curiosamente ambos reconocidos por su peculiar forma de entrar a los juegos y motivar desde sus compañeros hasta los aficionados en las gradas.

Brian Dawkiwns y Ray Lewis se presentaron con su característica entrada. A más de uno se le vino a la mente las hazañas que lograron dentro de la NFL con sus respectivos equipos. “Es impresionante ser parte de la generación 2018. Jamás soñé con llegar hasta este punto. Le doy las gracias a toda la gente que me apoyó”, comentó Urlacher en conferencia de prensa posterior al anuncio.

Por su parte, Randy Moss señaló que es “una gran emoción recibir esta distinción. Es por lo que luchamos durante toda nuestra vida en el futbol americano. Trabajé muy duro en mi carrera”.

Por último, Brian Dawkins, el hombre más asediado por la prensa de Filadlefia indicó que aunque no tuvo “la oportunidad de ganar un Super Bowl, disfruté mucho del juego. Tuve una gran experiencia durante mi carrera. Es sin duda un momento muy especial”. Noche muy especial en Minnesota, como preámbulo de lo que será la edición 52 del Super Bowl.