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4, febrero 2018 - 18:01

┃ José Ángel Rueda

US Bank

Si el sábado Minnesota se vistió de blanco con una intensa nevada, el domingo un cielo azul y despejado le dio la bienvenida al Super Bowl LII. Una de las ventajas del tiempo es que no se detiene. Se puede ir lento, pero igual llega, y llegó.

La espectacular fachada el US Bank Stadium le dio la bienvenida a los más de 60 mil fanáticos que abarrotaron sus gradas.

El frío, en Minnesota, ya es lo de menos. Una buena chamarra y gorro son suficientes para sentirse cobijado pese a la sensación térmica de -30 grados que invadió a la ciudad gemela. Alrededor del medio día, los fanáticos comenzaron a llegar de a poco, sin prisa.

El US Bank Stadium abrió sus puertas en punto de las 13:00 horas. La NFL blindó el estadio con un perímetro de seguridad de dos cuadras y habilitó cuatro entradas por las cuales los aficionados ingresaron al inmueble en completo orden.

La presencia de fanáticos de las Águilas superó por mucho a la de los Patriotas. El número 11 de Carson Wentz, el gran ausente de este domingo debido a una lesión, apareció por montones en los jerseys verdes.

Mientras que en Nueva Inglaterra, Tom Brady y Gronkowski siguen siendo las dos grande estrellas. El color morado de los Vikingos de Minnesota también destacó en el paisaje. El primer Super Bowl con un equipo local se quedó cerca, pero no pudo ser.

La fiesta fue grande en el exterior del estadio. Una batucada le puso ambiente al día. El ritmo de la música hizo bailar a los aficionados que hacían fila esperando el momento de ingresar a la explanada.

El comité organizador de Minneapolis implementó una fuerte estrategia de transporte que consistió en designar las estaciones de metro exclusivamente para los aficionados con boleto.

Minnesota disfrutó su Super Bowl en completa paz. El deporte en los Estados Unidos es una fiesta llena de rivalidad, pero fiesta al cabo.

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