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17, febrero 2018 - 23:35

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CRÓNICA

El corazón de Oswaldo Alanís rescató al Guadalajara de otra noche de pesadilla en territorio tapatío. Los Tuzos se pusieron al frente con un gol de Ángelo Sagal y la complacencia de Rodolfo Cota. El Chiverío se cansó de fallar en el ataque, la visita se adelantó con su única aproximación. Cuando todo parecía perdido, el zaguero mexicano fusiló a Alfonso Blanco desde el manchón penal para decretar la paridad definitiva, 1-1 final.

Chivas se salvó en la agonía cuando el propio Sagal desperdició un penal a la base del poste izquierdo del portero rojiblanco. Pese a que fue superior y cosechó un punto, apenas suma seis unidades y la Liguilla se ve más lejana. Apenas una victoria en el Akron desde aquel título contra Tigres en la final del Clausura 2017, ahí radica el calvario del cuadro tapatío.

EL JUEGO

Chivas no tiene problema para ser protagonista en su cancha, su vértigo a partir de media cancha pone de cabeza a cualquiera; ayer lo experimentó el Pachuca por muchos momentos. Los pupilos de Matías son dinámicos, desdoblan y penetran, pero una vez más su principal enemigo es la falta de contundencia, esa deficiencia la padecen muy temprano en cada partido.

El primer arribo se pintó rojiblanco, fue un disparo desde fuera del área que se pasó muy por arriba del arco hidalguense. A eso respondió el cuadro visitante con un débil tiro de Keisuke Honda, insuficiente de fuerza o colocación para inquietar a Cota. Así que la pelota regresó a los pies del Rebaño, justo donde se sentía mejor tratada. Rodolfo Pizarro se echó al hombro la responsabilidad de orquestar la ofensiva: el nacido en Tampico probó de media vuelta con un cañonazo que le quitó pintura al travesaño del Pachuca. Esas chispas prendieron al graderío del estadio Akron.

Ni con el susto se metieron en el encuentro los Tuzos. Pizarro gestó el siguiente avance; adelante de la media luna limpió la zona y abrió para Gael Sandoval, quien devolvió el favor a través de un servicio preciso que conectó el propio Rodolfo con la cabeza, pero el balón murió en las manos de Alfonso Blanco. El Chiverío era tan dominante y seguro que Cota se daba el lujo de hacer recortes dentro de su área. Pintaba para ser una velada triunfal a costa de un Pachuca desconcertado.

Los zapatazos desviados del jugador japonés no alarmaron al guardameta rojiblanco. De los botines de Honda salió lo más peligroso del Pachuca en el primer lapso. Ángelo Sagal, delantero en el eje del ataque, flotó sin agobiar o por lo menos crear una asociación con el asiático. Antes de irse al descanso, Chivas estrelló otro esférico en el poste del ángulo derecho de “Poncho” Blanco, mediante un trazo colocado de Pulido en tiro libre directo. Jesús Godínez funcionó como poste y contribuyó a la generación de futbol ofensivo por las bandas, aunque tampoco se encontró con un balón a modo para fusilar a la visita. El electrónico se detuvo igualado sin goles en el medio tiempo. El Guadalajara era superior a su rival, sin poder reflejarlo en 45 minutos.

Diego Alonso despertó a su gente en el vestuario y el Pachuca cambió su semblante para la reanudación. No con el futbol más inteligente o agresivo, lo hizo simplemente con una mejor actitud. En jugada a balón parado, Honda mandó la pelota muy cerca de la base del poste izquierdo de Rodolfo Cota. El ¡Dale Rebaño! se pronunció en la tribuna y empujó a su equipo. Por medio de una escoltada, Sandoval la prendió a pase de Pulido; sin embargo, “Manny” García alcanzó a puntear con una barrida salvadora.

El guión del cotejo era el mismo: unas Chivas volcadas al frente, mientras que Tuzos no estaba a disgusto con el empate. Almeyda comprendió con el andar de los minutos que se la tenía que jugar con todas sus cartas, es por eso que Eduardo López e Isaac Brizuela aparecieron en la recta final. Antes de rendir frutos, los de Hidalgo se adelantaron por conducto del chileno Sagal, en un testarazo que se le escabulló a Cota.

Los visitantes se pusieron arriba en la llegada más clara, injusto por lo reflejado en el campo. Provocado por un error del Chiverío y no por una virtud del Pachuca. Divina o fortuita llegó la recompensa: “Dedos” López jaló a Pulido dentro del área y el árbitro no dudó en marcar penal. Tenía que ser Oswaldo Alanís, el hombre que salió de la incertidumbre, ayer le pegó a ese balón con el corazón para rendir a Blanco y hacer estallar el Redil. Acto seguido, el propio Alanís derribó a un Tuzo en el área, por lo que se decretó otra pena máxima en el Akron. Ángelo Sagal desperdició su ejecución en la base del poste izquierdo del portero del Rebaño. Esa agónica acción evitó que Alanís pasara de héroe a villano. De locura fue el ocaso, cargado de emociones, pero el Chiverío ya no pudo conseguir el ansiado gol de la remontada, 1-1 en final.

MxM

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