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10, noviembre 2014 - 10:43

┃ ESTO

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POR MIGUEL ÁNGEL GARCÍA

HAY que tener en cuenta que, tras cinco toros en total aburrimiento y un clima gélido que hace más dura la espera, ante el sexto astado lo poquito o mucho que el torero pueda hacer tendrá un eco superior en los tendidos, ya que el público para entonces lo que espera es aplaudir algo que valga la pena el aguardo. Una mala tarde la pueden tener ganaderos y toreros, tampoco una mala tarde hace o deshace a ambos, pero de ahí a que el sexto toro de Marrón fue extraordinario y que las dos orejas de Arturo Saldívar reflejan un triunfo grande dista mucho de lo que en realidad son la ganadería y el propio torero.

Salvó la tarde Alejandro Talavante en un toro de regalo, para esas alturas del partido lo que importaba era que sucediera algo sorprendente. Valió la pena la dilación, el aburrimiento y tanto frío; que si la faena valió dos orejas, que si no, el hispano tuvo tela para demostrar lo profundo que puede ser su toreo. Pechó un toro de Campo Real, bien presentado, ante el cual Alejandro se prodigó con la muleta, muy por encima de la tarde que hasta entonces no había valido mucho. Qué bien ha estado Talavante, más allá de las dos orejas que le fueron concedidas. De por sí en el primer toro de su lote oficial había dejado pintados lances a la verónica de una exquisitez suprema, los cuales remató a una mano, soltando la punta izquierda de la capa, para ejecutar una larga que fue sumamente in-ter-mi-na-ble ¿Alguien la vio?

Arturo Macías, el Gallo de Aguascalientes, tampoco tuvo materia para hacer el toreo que gusta; regaló sobrero también pero resultó peor. A pie, pero Macías abandonó el coso con la frente en alto.

Lamentable que el juez Gilberto Ruiz Torres convierta lo serio en una pachanga con tantas orejas que regaló. Está clarísimo que los trofeos que otorga no reflejan nada de lo que acontece en el ruedo. Finalmente los toreros son los menos culpables, pues las orejas las pide el público y las concede la autoridad bajo un estricto criterio, lo cual ya no existe en el biombo de la Plaza México.

Esta noche el único que dormirá con la conciencia tranquila seguramente será Arturo Macías.