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Mira

17, junio 2018 - 18:59

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Piel chinita, orgullo, ganas de llorar. El himno nacional mexicano sonó con fuerza en la cancha del estadio Luzhniki previo al duelo ante Alemania.

Recién comenzaban a sonar las primeras estrofas y Rusia ya era nuestro. En las caras de los jugadores estaba el reflejo de todo un país. Algunos expresaban concentración, como el capitán Guardado, con esos ojos tan característicos que miran hacia adentro, que se analizan y se dicen que están listos. Otros, nerviosismo, hay que decirlo, porque no ha de ser fácil estar ahí a punto de jugar el partido de sus vida.

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Y luego las sonrisas. Quizá fue la de Javier Hernández la más representativa. La cámara que enfoca al máximo goleador de la selección mexicana, que vive su tercer Mundial, y que comprende que son momentos únicos. Y que hay momentos en la vida que se deben encarar con la cara alegre.

Mexicanos al grito de guerra, continuó sonando nuestro himno, mientras el graderío levantaba cada vez más la voz. Y es que estamos en todos lados, como buenos embajadores de costumbres bien arraigadas que no se apagan nunca.