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17, junio 2018 - 15:20

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POR YAEL RUEDA Y VIOLETA ALVA

Soñadores, felices, llenos de emoción, con trofeo en mano y el sombrero bien puesto, miles de mexicanos salieron al Ángel de la Independencia para festejar el triunfo de la Selección Mexicana ante Alemania en el primer cotejo de la Copa del Mundo.

Apenas el árbitro señaló el final del encuentro, las calles de la Ciudad de México se convirtieron en el escenario ideal para comenzar la fiesta nacional.

El ángel de la independencia, testigo fiel de las victorias que los mexicanos atesoran en la memoria colectivo, estuvo listo otra vez, como una y mil veces. Ahí, distintos aficionados con replicas del trofeo del orbe le ofrecieron al guardián del cielo la copa.

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La espuma no faltó ni un momento, estuvo ahí para adornar los bailes y los abrazos, los besos y los cánticos. “¡Alemania ya probó el chile nacional!”, fue una de las canciones entonadas en el Paseo de la Reforma.

Cerveza al por mayor apareció en las manos de los mexicanos. Fieles a la idiosincrasia, el delicioso elixir se bebió para festejar, así sabe mejor, de fiesta y no para curar las penas.

Las máscaras de lucha libre no fallaron para la cita, esas que en tierra mundialista están prohibidas, pero que reflejan el espíritu guerrero de todos los nacidos en el país.

“¡Chucky para presidente, Chucky para presidente!”, gritaron eufóricos los hinchas en pro del anotador del gol, y aprovechando el año electoral.

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Incluso, residentes de la capital nacidos en otros países, salieron con la camiseta del Tricolor para festejar al país que les ha entregado un poco de lo que tienen hasta ahora, que los ha acogido y llenado de éxitos y fracasos.

Para la fiesta, el mexicano se pinta solo. Dos jóvenes subieron a lo más alto de un semáforo, y desde ahí, ondearon orgullosos el lábaro patrio ante las risas y los aplausos de los espectadores.

Y retiemble en su centro la tierra, dice el Himno Nacional, y ayer, la tierra se cimbró de tantos saltos, de tanta risa, de tanta alegría. El inicio fue con el pie derecho, pero los aficionados no se olvidan que ya viene un segundo partido.

“¡Corea va a probar el chile nacional!”, corearon con el pensamiento en el siguiente rival, pero sobre todo, con la espera de una nueva fiesta nacional.

ZÓCALO 

Aunque dicen que la esperanza muere al último, la conciencia dictaba que el partido entre México y Alemania sería complicado para los nacionales.

Pero eso no pensaban los aproximadamente cinco mil asistentes al Zócalo capitalino, donde se instalaron pantallas para disfrutar del encuentro.

Los aficionados, con banderas, playeras, bufandas y algunos con disfraces celebraron la  victoria 1-0 de México sobre Alemania, la cual sorprendió a más de uno.

El gol del “Chucky” Lozano reavivó las esperanzas. El sueño por derrotar a la campeona del mundo incrementó. La gente se desbordó en festejos. Volaron camisas, espuma y los gritos no cesaron.

Los nervios también aparecieron. Sobre todo con un disparo que pegó en el poste de Memo Ochoa. El medio tiempo calmó los ánimos.

El complemento se vivió con mayor tensión. La presión teutona puso a sufrir a más de uno en la plancha del Zócalo, pero también se emocionaron con la caída de Javier Henrandez dentro del área, pedían penal.

Los tres minutos de agregado parecían eternos. Los nervios fueron mayores y muchos ya pedían el final del encuentro.

El silbatazo generó la euforia. La celebración fue como si se hubiera superado la fase de grupos. Los aficionados saltaron, alzaron los brazos y gritaron como si el equipo estuviera frente a ellos.

Con el paso de los minutos, la plancha comenzó a vaciarse. Los miles de seguidores nacionales tomaron las calles aledañas con un rumbo en común.  El Ángel de la Independencia. Ahí, seguiría la fiesta.

 

 

 

 

 

 

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