POR JORGE BRIONES

Adenor Leonardo Bacchi, mejor conocido como Tite, le ha devuelto más que la vida a un moribundo Brasil.

Los resultados son categóricos -19 victorias, cuatros empates y únicamente una derrota en sus 24 partidos-, pero su impacto es, de momento, incalculable. La “Canarinha” ha vuelto a meterle temor al resto del mundo.

Pero, ¿cómo juega la Brasil de Tite?

A grandes rasgos, es un 4-3-3 clavado. Al menos de inicio, ese esquema es fijo.

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El reconocido entrenador brasileño mantiene las bases que lo llevaron a uno de los puestos más importantes en el mundo futbolero. Se aferró a sus ideales que lo hicieron conquistar América y el Mundial de Clubes con su Corinthians en el 2012, y dos nombres sobresalen por encima del resto: Paulinho y Renato Augusto.

Su llegada, en sustitución de Dunga, fue hostil. Marchaban quintos en la eliminatoria sudamericana y el ‘Jogo Bonito’ era ya un simple y hermoso recuerdo. Tenía que ganar inmediatamente y lo hizo a su estilo.

El orden como principio de todo. El fantasma del 7-1 seguía en las entrañas del conjunto brasileño y borró a algunas piezas de aquel accidente. Le dio entrada a Alisson en la portería y montó una línea de cuatro con Joao Miranda como referente. El defensor del Inter de Milán le da coherencia a un apartado que constantemente se queda en línea de tres, con Casemiro incrustándose como tercer central, ante las constantes idas de los laterales que a menudo aparecen como extremos. Fiel a la costumbre de la pentacampeona del mundo.

El equilibrio lo implementó con su vieja fórmula en el “Timao”. Paulinho y Renato cómo interiores te asfixian en la presión y a la vez alargan el campo, ideales para las transiciones rápidas. La posesión era condicionada desde sus laterales (Dani Alves y Marcelo), con alma de centrocampistas, es que vaya, tener a los dos mejores del mundo es una “quimera”.

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Es justo por eso que la lesión de Alves mermó su capacidad ofensiva, y a diferencia del otro costado, Brasil no cuenta con suplentes de élite como lo son Filipe Luis o Alex Sandro en la izquierda. Ahí está su punto débil, en apariencia el único. Ni Fágner, ni Danilo están al nivel del resto del plantel.

Justo antes de la Copa del Mundo, el buen momento de Willian en el Chelsea obligó a que Tite le buscara un lugar en el XI base. Neymar, Coutinho y Gabriel Jesus, con la etiqueta de inamovibles, provocaron que el estratega prescindiera de Renato Augusto, para poner a Coutinho como interior por izquierda, y con ello dejarle el hueco al extremo zurdo.

Jugada perfecta hasta el momento. “Cou” recordó su etapa en el Liverpool de Brendan Rodgers y le da frescura a un costado izquierdo que de verdad intimida con su pura presencia. Marcelo-Coutinho y Neymar. Ese es el punto fuerte de la “Verdeamarela”, y más si caerán en la banda de Edson Álvarez o Carlos Salcedo, dos laterales improvisados.

Con toda probabilidad Tite parará el siguiente XI: Alisson; Fagner, Thiago Silva, Miranda, Marcelo; Casemiro, Paulinho, Coutinho; Neymar, Willian y Gabrile Jesus.

La presión alta es sello de la casa. Con el bloque parado en el círculo central y a la espera de la mínima posibilidad para contragolpear. Así se sienten más cómodos. Con espacios para correr de la mano de Neymar. Entre más rápido le hacen llegar el balón a su tercia de arriba, mejor para ellos.

Si el partido se alarga, el banquillo de Tite resuelve cualquier escenario. Douglas Costa para desequilibrar en el uno vs uno, Roberto Firmino para asociarse con los centrocampistas o inclusive pasar a un 4-4-2 como lo hizo ante Costa Rica en la parte final, o Fernandinho y Renato para controlar una probable ventaja.

Las variantes son muchas, pero por raro que parezca, este será el primer duelo de eliminación directa para la Brasil de Tite. Territorio desconocido donde la escuadra mexicana intentará sacar ventaja.