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27, noviembre 2014 - 0:30

┃ Omar Delgado

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[symple_tab title=”Crónica”]
POR GERARDO T. GUERRA
FOTOS: JORGE BARRERA

DÍGANLE maldición o díganle como sea, lo cierto es que el superlíder de la Liga MX está en la lona, no sólo por haber perdido anoche 1-0 con los Pumas, sino porque su tendencia es a la baja y además se fue sin gol en su cuarto Clásico de la temporada.

Una derrota que puede costarle la vida al América porque el equipo dejó de pesar de medio campo hacia al frente, sin Rubens Sambueza no hay profundidad ni llegadas de verdadero peligro. Por si fuera poco, el mejor jugador americanista es el portero Moisés Muñoz.

Y sí, el octavo, el que se metió de panzazo a la Liguilla, tiene la oportunidad de echar al líder, en una película que ya hemos visto antes en la Liga MX. El solitario gol de Lalo Herrera fue la diferencia.

PRIMER TIEMPO

Intensidad.
Cada vez que Pumas y América están frente a frente, hay algo que ya es característico: pelear cada balón a muerte.
Ese ímpetu rebasa el control y las ideas. El futbol se reduce a una equivocación que pueda cometer el rival. Es más fácil esperar el error que el acierto. Es más fácil meter un pelotazo que orquestar una buena jugada.
Todos los técnicos pueden planear una estrategia, pero cualquier táctica en el pizarrón es fría, cuando la adrenalina corre y la sangre se calienta, el jugador con mayor frialdad es el que puede marcar diferencia.
Ese jugador, sin embargo, no siempre aparece.
Mucho menos si Sambueza está ausente. Su calidad es innegable, su futbol está hecho para partidos como el que se vivió ayer en el estadio Olímpico Universitario, en donde la pasión hace olvidar todo, incluso un mal torneo o una mala racha.
Los Clásicos son así.
Por eso el juego empezó caliente.
Tenso.
Pumas trató de proponer y cerca estuvo de anotar, pero Moisés Muñoz no lo quiso así. Reaccionó de manera muy oportuna.
América, como visitante, pensó más en el orden, que en el atrevimiento, cuando estaba ante un pésimo local, que no supo ganar en casa, sino hasta la última jornada. Tener a Osvaldo Martínez, el “Chepe” Guerrero y Molina, en el centro del campo pareció demasiada seguridad y poco talento hacia el frente, en donde Oribe Peralta y Miky Arroyo esperaban el momento de herir al inquieto felino que no dejaba de merodear el área emplumada.
Un primer tiempo con escasas emociones.
La mejor de los amarillos fue hasta el minuto 37 cuando Molina metió un cabezazo que dejó a la deriva el portero universitario.
Faltaban emociones en un partido que pretendía ser de ida y vuelta, pero el temor de un error frenaba a ambos conjuntos.
Sobre el final del primer tiempo, Pumas estuvo cerca del rugido cuando Ismael Sosa impactó el larguero. Gran disparo que cerca estuvo de convertirse en un golazo. Así, con el travesaño vibrando, acabaron los primeros 45 minutos, en los que el árbitro Fernando Guerrero cumplió con una buena labor.

SEGUNDO TIEMPO

Intensidad y aplicación, eso era lo que mínimo se esperaba en el segundo tiempo, pero del lado americanista había una exigencia extra: hacer al menos un gol de visitante, porque esa opción la tendrán los universitarios en el juego de vuelta. Fue entonces que la ausencia de Rubens Sambueza empezó a pesar más que nunca. Nadie desequilibraba en las Águilas, y menos cuando un jugador como Layún ya había salido del terreno de juego para dejarle su lugar a un elemento que ha quedado a deber como refuerzo: Osmar Mares. Ha sido evidente que dejar ir a Adrián Aldrete fue una tontería, porque incluso volvió a la Selección Nacional.

No llegaba el gol, pero sí caían los primeros heridos de esta batalla. Por una lesión en el hombro izquierdo, Alejandro Palacios dejó el partido y Alfredo Saldívar lo sustituyó como también sucedió en la temporada regular.

De no haber sido por Moisés Muñoz el gol se hubiera cantado desde muy temprano. Los disparos de Cabrera y Sosa no tuvieron el suficiente veneno. Pumas era mejor en la cancha. Mohamed, sin muchas opciones en la banca, mandó a Luis Gabriel Rey, peleado con el gol esta temporada.

A como estaba el partido, el mejor ajuste lo hizo Guillermo Vázquez, quien mandó a Ludueña por Romagnoli. El movimiento fue para ganar el partido. Y justo, a un centro del “Hachita” vino el gol de Herrera. Un triunfo justo y merecido.

¿Maldición?

Parece que no, porque cuando un equipo no tiene ambición y se muestra débil y sin recursos, no puede pretextar tonterías.

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