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30, septiembre 2018 - 17:45

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ACCIONES 

POR ALEJANDRO ALFARO

FOTOS: JESÚS TÉLLEZ Y ÉRIK ESTRELLA

Entre el heroísmo de Raúl Gudiño y la infamia de Mateus Uribe. Así terminó un Clásico vibrante que no encontró ganador y dejó una cosecha muy pobre para los dos equipos más grandes del país.

América terminó una semana para el olvido; sin poder ganar el Clásico, eliminado en la Copa y dejando escapar la posibilidad del liderato general.

En Guadalajara las cosas no son muy distintas. Hoy siguen fuera de la zona de Liguilla y el tiempo apremia cada vez más.

Al final, se hizo presente el “Clásico empate”, en gran parte al acto heroico de uno y la tibieza de otro.

EL JUEGO

Cuando el reloj marcó las 18:00 horas, el país se paralizó. Los dos titanes del futbol mexicano se encontraron en el Coloso de Santa Úrsula para exponer una vez más su grandeza. La tribuna fue el marco ideal. Un lleno pletórico con matices azulcremas y rojiblancos para aclamar a sus respectivas camisetas.

En cuanto la pelota rodó, el estadio Azteca se convirtió en un hervidero en donde las pulsaciones se elevaron al 100 por ciento.

Al inicio, los dos equipos fueron impetuosos y de a poco, América logró imponer condiciones en la cancha. Los Millonetas jugaban más en el campo de Guadalajara y el primer aviso de seriedad vino cuando Paul Aguilar logró desbordar por derecha tras una pelota peleada por aire peleada en un par de ocasiones por Guido Rodríguez. El lateral americanista se sacó de encima a Edwin Hernández, enfiló al área y puso un auténtico buscapiés que Peralta dejó pasar y llegó hasta Uribe. El colombiano definió de primera, Gudiño estaba vencido y se saboreaba el gol, mas no contaba con la milagrosa intervención de Jair Pereira. El central se tendió como pudo y consiguió evitar la caída de su puerta.

Pese al planteamiento en el que por momentos le cedieron mucha iniciativa al rival, Chivas también enseñó las armas. Fue mediante un tiro de esquina en donde Renato Ibarra rebanó la bola en su propia área y en una segunda oportunidad de despejar, no se habló con Marchesín y dejó el esférico a Pereira. El “Comandante” no tardó en disparar de zurda, aunque el meta azulcrema ya estaba listo para achicar. En el rechace, Marín quedó franco y metió un balazo que Mateus Uribe tuvo que tapar como kamikaze para que no les anotaran.

Con menos vértigo, los cremas siguieron en la búsqueda del tanto que deseaban. Oribe Peralta, quien sabe perfectamente lo que es vacunar al Rebaño, fue el más peligroso. Primero con un disparo de media distancia que forzó a que Gudiño se recostara para mandar a un lado; después, un centro de Uribe fue encontrado por el “Cepillo”. El delantero se levantó y conectó con la testa, la jugada tenía sello de gol y no se metió al arco nada más por la atinada intervención del cancerbero tapatío.

Las Águilas querían y no podían. Guadalajara era un tanto más cauto, pero no menos peligroso. En ese toma y daca, se fueron al descanso a la espera de que lo mejor estuviera por venir.

Con e complemento en marcha, el chiverío amenazó seriamente la cabaña local. Pulido se metió hasta la cocina. Sin ángulo, centró y Marchesín manoteó, el reboté fue una auténtica papa caliente que despejaron los cremas como pudieron.

La cara del Rebaño ya era otro. Se atrevieron a ir al frente, explotaron las bandas y ahí fue cuando Vanrankin hizo la jugada grande. El lateral se sacó de encima a Cecilio Domínguez y Jorge Sánchez con gran técnica individual. Al llegar a la raya final, tocó retrasado para Pulido. Alan, en gran momento frente al arco, no perdonó y definió en dos tiempos. Estalló el Coloso con el gol tapatío.

América, herido en su orgullo, buscó responder tan pronto como pudo. Un centro de Ibarra terminó con un remate de tijera de Aguilar que se fue muy cerca. El Clásico estaba al rojo vivo.

Si al frente Guadalajara había jugado de lujo, en el fondo no se querían quedar atrás. Raúl Gudiño hizo la atajada de la noche cuando Peralta buscó el ángulo del segundo poste con la parte interna. El arquero voló, se estiró y con una mano la tapó.

Fiel a su historia y tradición, América pelearía hasta el final. No se puede dar por muerto al azulcrema y Andrés Ibargüen, que había entrado de cambio, lo comprobó.

El colombiano apostó por la individual, recortó a un marcador y a la hora de disparar, una pierna rojiblanca desvió la bola y esta fue a besar la red. Se venía un cierre cardiaco.

Cardozo no se quedó nada contento con la igualada. Reforzar su ataque era prioridad y a la cancha mandó a dos de sus mejores hombres: Sandoval y Zaldívar. Quería ganarlo a como diera lugar.

Con la moneda en el aire, la tensión se respiraba en el Azteca. Las cartas estaban jugadas y nadie lo quería perder.

En la agonía, América lo pudo ganar. La oportunidad fue inmejorable. Un penalti de Gudiño sobre Henry Martín que Mateus cobró con tibieza para hacer a Gudiño el héroe de la noche. Nada para nadie.