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Mira

29, septiembre 2018 - 23:29

┃ Arturo López Escalona

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POR ARTURO LÓPEZ ESCALONA

Fue la tarde del sábado 12 de octubre de 1968, cuando México hizo historia ante el mundo entero, que contempló la edición XIX de los Juegos Olímpicos, los primeros en nuestro país y en Latinoamérica. Ante 80 mil personas que se dieron cita al estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, se llevó a cabo la ceremonia inaugural de la justa veraniega, en la que después de la proclamación del presidente Gustavo Díaz Ordaz, desfilaron 5,516 atletas de todo el mundo, de los cuales, fueron 4,735 hombres y 781 mujeres, se ondearon las banderas de los 112 países participantes, se soltaron 10 mil palomas blancas hacia los cuatro puntos cardinales y cerca de 40 mil globos para dar el colorido a la fiesta de paz.

Ahí, corriendo en la pista del maratón, Enriqueta Basilio fue la relevista número 2,778 y la encargada de llevar hacia el pebetero la antorcha olímpica, con lo que daban por hecho los juegos.

Acto seguido, Pablo Garrido, destacado atleta mexicano, fue el encargado de enunciar el Juramento Olímpico. “El tiempo bastante rápido, parece que fue ayer”, recordó con nostalgia el primer latinoamericano en realizar dicho honor. “Fue un momento bastante grato porque tenía que dar todo lo mejor de mí, fue una elección de las personas del deporte, tenía que dar todo lo mejor de mí y para los medios, porque sin ellos uno no sale a la luz pública. El periodista y los organizadores tienen una labor muy grande”, manifestó uno de los personajes cuyo nombre quedará marcado para la eternidad.

Para Pablo, enunciar con lealtad el Juramento Olímpico fue una hazaña, en la que los nervios los tuvo que hacer de lado “porque era por primera vez en la historia que un hombre de habla hispana enuncie un juramento en Juegos Olímpicos. El gusanito lo traía dentro como un aguijón tremendo, pero ese aguijón lo tenía que controlar del subconsciente al consciente, todo el contenido de emociones”.

FACETA CULTURAL

Fue a la edad de 30 años cuando el señor Garrido escribió su nombre en el olimpismo, “había interpretado en el cuarto centenario de William Shakespeare, el natalicio del poeta inglés, ya había trabajado mano a mano con el maestro Luis Gimeno (QEPD) en ‘Las Alegres Casadas de Windsor’, bajo la dirección de André Moró, el maestro de Pepe Solé, por eso me decían el ‘Artista’, recordó con nostalgia.

 

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